20 años
Mi amado Haro Tecglen escribía ayer que quizá este país no salga tan fácilmente de su clase social. Soy aún más pesimista: no, pero lo creeremos. Compraremos la burra muerta del thatcherismo y jugaremos a pequeños propietarios que votarán al que dé más barato el crédito. Mi pesimismo me dice que somos aún muy frágiles y que será necesario un gran esfuerzo para huir de nuestra historia. Se cumplen 20 años de las prime ras elecciones democráticas, y me duele que organicen los festejos quienes pasaron su juventud estudiando para lo que son, para lo que hacen, mientras sus mayores se apresura ban a apuntarse a la democracia porque no les quedaba más remedio.Y me duele también, me duele más, que nuestras izquierdas no hayan aprendido la lección, que esta fecha las encuentre entregadas de nuevo a lo que mejor hacen: escaquearse de la realidad y pelearse. Los unos, nacionalizando el fútbol para hacer boca: en un par de siglos, la III República, quién sabe si la banca caerá mientras tanto, por lo de las contradicciones. Los otros, a esperar que los franceses les pasen el estado de gracia por frotamiento, sin quererse enterar de que su triunfo no ha sido un milagro ni un inevitable movimiento pendular: que los socialistas vecinos han hecho limpieza y han cambiado de líderes. Las izquierdas deberían salir a la calle no para repetir eslóganes, sino para comprobar cuánta gente se apuntaría a algo verdaderamente renovador y honesto.
Dice el senador popular Juan Moya que "el nivel sociocultural de España hace que el fútbol sea de in terés general". No es un análisis sociológico: es una sentencia, y a los disidentes de la ética / estética del sumidero siempre se les puede ence rrar en los estadios.
Pese a todo, feliz aniversario. Es nuestro.
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