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Desarticulada en París una red de prostitución de lujo vinculada al emir de Qatar

Enric González

El nuevo Gobierno socialista tiene su primer problema con la justicia. Esta vez no se trata de corrupción doméstica, sino de una red internacional de prostitución de lujo en la que aparecen implicados, entre otros, el emir de Qatar, la familia real saudí y el ex capitán Paul Barril, el hombre que organizó una red de escuchas telefónicas ilegales por orden de François Mitterrand. La diplomacia francesa teme que el asunto perjudique sus relaciones con los países petroleros del golfo Pérsico y trata de frenar la investigación del juez Frédéric N'Guyen, quien ayer ordenó el registro del hotel Crillon, el más caro y prestigioso de París.

El juez Frédéric N'Guyen creía tener entre manos un asunto de prostitución de lujo relativamente normal. Una operación de la Brigada de Represión del Proxenetismo (BRP) había permitido, tras cuatro meses de seguimientos y escuchas telefónicas, descubrir una red dirigida desde un elegante apartamento parisino por Annika Brumark, una ex modelo sueca de 48 años. Con Brumark colaboraban Jean-Pierre Bourgeois, un fotógrafo especializado en erotismo y Nazihabdulatif Al Ladki, un ciudadano libanés catalogado como "el Madame Claude de Oriente Próximo". Las tres personas fueron detenidas por "proxenetismo agravado" a mediados del pasado enero.La agenda de Al Ladki, en la que figuraban importantes dirigentes políticos y económicos de países petroleros, hizo suponer al juez que el caso podía complicarse. Las tarifas, que alcanzaban en algunos casos los 50.000 francos (1,2 millones de pesetas) por cita, daban una idea del nivel de los clientes. Los detenidos se habían referido incluso a una actriz estadounidense que habría cobrado un millón de dólares por pasar una noche con un jeque árabe en un palacete de la Costa Azul. Pero el golpe de efecto se produjo el 31 de enero, fecha en que Nazihabdulatif Al Ladki decidió darle al juez los nombres de las personas para las que trabajaba. En la lista figuraban miembros de familias reales del golfo Pérsico, entre ellas la saudí, y el emir de Qatar, Hamad bin Jalifa al-Thani, quien en 1995 cedió el poder a su hijo y se instaló con su séquito en el hotel Crillon, el más caro de París.

La declaración de Al Ladki hizo incluir también en el sumario al ex capitán Paul Barril, antiguo jefe del Grupo de Intervenciones de la Gendarmería Nacional (policía de élite) y antiguo jefe de la célula antiterrorista del Elíseo. Tras dejar el Elíseo y la gendarmería, Barril había creado una sociedad llamada Secrets que se encargaba de la seguridad del emir de Qatar del hotel Crillon y la villa Al Rayan en la Costa Azul.

Una nueva detención, la de un médico de Cannes (Costa Azul) llamado Alain Meyer, permitió confirmar parcialmente las acusaciones de Al Ladki. Meyer estaba a sueldo de la familia real saudí y tenía como misión el control sanitario de las prostitutas contratadas por los príncipes árabes.

El Gobierno se alarmó por el giro que adoptaba el caso. El vespertino Le Monde reveló ayer que el Ministerio de Justicia, a través de la Fiscalía, ordenó al juez que "en nombre de la eficacia" ciñera sus investigaciones a las tres personas detenidas inicialmente y olvidara las conexiones de alto nivel. Pero el juez N'Guyen decidió seguir adelante, respaldado por el ex magistrado y ex director de la Gendarmería Jean-Pierre Cochard, actual presidente de una asociación contra la prostitución.

El juez detuvo el lunes a Paul Barril y le sometió a interrogatorio durante más de 24 horas. El antiguo jefe antiterrorista quedó anoche en libertad y se declaró ajeno al asunto. "Soy víctima de una venganza de ciertos libaneses que no aceptan que les sustituyera en el entorno del emir de Qatar", dijo Barril. También ayer, el juez ordenó el registro de los apartamentos del emir en el hotel Crillon y de los locales de la sociedad Secrets, propiedad de Barril.

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