Cascarrabias y dialogante
¿Pero qué tipo de viejo es Bobbio? Un cascarrabias, según dice él mismo en el prefacio, un nada autocomplaciente autorretrato que comienza adoptando, en forma paródica, una definición de un pensador japonés: "No poseo una filosofía, sino solamente nervios".Acerca de su célebre carácter enfurruñado, escribe: [Tengo "momentos de repliegue sobre uno mismo y de mal humor (frecuentísimo), [y] en esos días que parece que todo nos sale al revés, tendencia a la autoflagelación y la autodestrucción, corregida afortunadamente en horas de bonanza por una saludable contratendencia a la autoconmiseración".
Admite algunos "defectos vitalmente útiles", como "saber retirarme a tiempo antes de haber dado el último paso, el más arriesgado; y alguna virtud, como "procurar no tener nunca la última palabra", pero la tónica es la mirada escéptica sobre sí mismo: "Niño irascible e iracundo, conocido y compadecido"; "profesor de manga ancha y posiblemente discutibles dotes, que perdía los estribos, se arrebataba y regañaba"; "un inútil que tendría problemas si no fuese por mi mujer, incluso en los pequeños asuntos cotidianos"...
Y como resumen, a caballo de su humor soterrado: "Creo que en el fondo de mi inseguridad se encuentra la dificultad que hube de superar desde la adolescencia para aprender el arte de vivir, agravada por la convicción de no haberlo aprendido bien nunca".
Crítica
Inseguridad que se plasma sobre todo en lo que atañe a su obra: "Uno de mis lemas preferidos es 'nunca es tarde para aprender'. En cambio una demoledora crítica de un libro me abate y me paraliza. Todavía hoy me agita y me perturba la primera que me hicieron, recién acabada la guerra. Me hundí como fulminado por un rayoPero existe otro Bobbio, el conciliador, amante del diálogo hasta creer en él como "la base de toda convivencia pacífica y democrática", aun sabiendo -"He hecho no sé cuántas veces la apología del diálogo, sin haberlo transformado en un fetiche"- que hay diálogos que no lo son: "De sordos, mala fe, dos monólogos... ',
Según Elías Díaz, los escritos rezuman un "pesimismo estético". Su maestro lo sabe, y lo justifica: "Siempre me he considerado -y me han considerado- un pesimista. El pesimismo no es una filosofía, es un estado de ánimo. Yo soy un pesimista de humor, y no de concepto. El pesimismo como filosofia es una respuesta, alternativa a la del optimista, a la pregunta: ¿Adónde va el mundo7 Y se responde: "Quién lo sabe? Quizás ambos estén en lo cierto, el pesimista y el optimista. Quizás ninguno, pues no tiene mucho sentido hacerse preguntas a las que es imposible dar respuesta".
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