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Obiols: "Detecto una pérdida de pulso en la política exterior española"

La victoria de la izquierda en las elecciones francesas, el regreso del laborismo al Gobierno británico bajo la dirección de Tony Blair, la constitución del Olivo italiano como una coalición de fuerzas progresistas de nuevo cuño o la presencia de la socialdemocracia en el Ejecutivo portugués son para Raimon Obiols, secretario de Política Intemacional del PSOE y desde este fin de semana vicepresidente de los socialistas europeos, indicios del cambio de ciclo que se ha iniciado en la sociedad occidental tras 20 años de hegemonía del neoliberalismo y del pensamiento único. Frente a ello, Obiols detecta "una pérdida de pulso" en la política exterior española.

En temas cruciales, como la construcción europea, el diálogo euromediterráneo o las relaciones con Cuba, Raimon Obiols ve un retroceso, una pérdida de iniciativa, que se traduce en una pérdida de peso de España en la escena internacional. Esta crítica del dirigente socialista irrita profundamente a los actuales responsables de la política exterior española, que ponen como ejemplo emblemático de la influencia de España la elección de Madrid como sede de la próxima cumbre de la OTAN, en la que se aprobará la ampliación de la Alianza Atlántica.Obiols, de 56 años, un político catalán cuyo talante es casi tan discreto como el bajo tono de voz que emplea en las entrevistas, subraya que su partido no tiene intención de hacer política de oposición con los temas internacionales. Sin embargo, no oculta su impresión de que existe una pérdida de iniciativa española en la construcción de Europa, concretamente en los trabajos de reforma del Tratado de Maastricht.

"La actitud de acudir a Bruselas a preguntar '¿qué hay de lo mío?' no suele dar buen resultado", apunta. Obiols cita publicaciones especializadas en asuntos europeos que señalan la falta de definición de la política española en temas cruciales que se negocian en la Conferencia Intergubernamental. La crítica de Obiols, que en ello sigue la línea abierta por Felipe González, el líder socialista, es que España ha dejado de defenderlos desde una perspectiva global para aferrarse a una supuesta defensa de los intereses nacionales, en un sentido miope.

A propósito de ello, el dirigente socialista considera que para poder defender los intereses particulares con la eficacia que da la credibilidad hay que estar en la defensa de los intereses generales europeos. Y cita ejemplos concretos -el aceite o el plátano- que afectan a la economía de regiones enteras y en los que España se encuentra en posición difícil

El riesgo de otro muro

A esa estrategia, que se abstiene de calificar para no añadir más adjetivos a una relación entre partidos en los que abundan demasiado, Obiols agrega su crítica a los modos de hacer política con países vecinos y aliados como Italia. Aparentemente, Roma está muy molesta por el estilo diplomático del Gobierno de Madrid, que no esconde su pretensión de competir con Italia en la Unión Europea. Aunque no lo dice explícitamente, el dirigente catalán echa de menos el cuidadoso equilibrio trenzado con los aliados europeos que permite que González siga siendo un candidato permanente a cualquier institución europea.Pero a Obiols parecen apasionarle más las relaciones internacionales que la crítica de la política exterior del actual Gobierno. Si a ello se añade su interés por la dimensión mediterránea de Europa -la biografía política de Obiols es la biografía de la lucha por la democracia en Cataluña desde finales de los años 50-, su discurso se enciende.

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"Hay 20 países en el Mediterráneo. De ellos, cuatro, España, Italia, Francia y Grecia, tienen el 88% del producto interior bruto (PIB) de la región. Los 16 restantes se reparten precariamente el 12%. Sí esto no se modifica en una línea de reequilibrio, el muro de Berlín podría llegar a ser una broma en comparación con el que se va a tener que construir en el borde meridional de Europa. Hubo una Conferencia Euromediterránea en Barcelona en el mes de noviembre de 1995. ¿Se ha movido esto políticamente", se interroga Obiols.

Su trabajo, junto a González, en la comisión especial de la Internacional Socialista que debe preparar una nueva plataforma de ideas y políticas para el siglo XXI le obliga a dibujar nuevas perspectivas para una situación internacional en profunda mutación. Frente al discurso neoliberal que pondera el pleno empleo en Estados Unidos, Obiols enarbola los datos de la oficina de estadística de Estados Unidos según los cuales los salarios reales de los trabajadores que no ocupan puestos de dirección -una vez ajustados a la inflación- han descendido drásticamente desde 1972.

"El salario real del 80% de la población activa asalariada es un 19% más bajo que en 1972. Robert Reich [ex secretario del Trabajo de la Administración de Bill Clinton] ha recordado recientemente que entre 1975 y 1995 la riqueza de Estados Unidos creció en un 60%, pero ha sido acaparada por un 1% [de la población]", añade. Ese proceso de empobrecimiento de los asalariados no dirigentes puede ser compatible con políticas de subempleo, sin que ello sea un ejemplo para el modelo social europeo.

Obiols -que acaba de publicar un nuevo libro, Nou segle, nou cicle (Nuevo siglo, nuevo ciclo), editorial Empúries, en el que dibuja un interesante proyecto estratégico para Cataluña- considera que la izquierda debe aceptar el reto de la globalización de la economía no sólo con el optimismo de la voluntad, sino con el optimismo de la razón.

Para ello Obiols propone elaborar un proyecto válido más allá de los confines del modelo socialdemócrata de reformas en el espacio del Estado-nación. En su opinión, o la izquierda del siglo XXI "piensa en términos globales y crea plataformas globales o no tendrá mucho futuro".

A Obiols le gusta citar al alemán Willy Brandt, que poco antes de morir definió el socialismo democrático como un "movimiento centenario capaz de hacer nuevos inicios".

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