Chrétien logra con apuros revalidar la mayoría de los liberales en Canadá
Canadá amaneció ayer con un Parlamento dividido por fronteras políticas y regionales en el que el Gobierno liberal conserva la mayoría absoluta por un estrecho margen. El conservador populista Preston Manning consiguió ser el nuevo jefe de la oposición, pero su mensaje de intolerancia contra Quebec no encontró eco en la mitad del país. En el otro extremo, los independentistas francófonos pierden apoyo popular, aunque conservan la mayoría en Quebec.
Para equilibrar la situación, vuelven al Parlamento dos partidos nacionales muy castigados en 1993, los conservadores tradicionales y la izquierda demócrata.La apuesta de Jean Chrétien de disolver anticipadamente el Parlamento le salió bien por poco. Los liberales pasan de tener el 41% de los votos y 177 escaños al 39% y 155 diputados. Los optimistas subrayan que desde 1953 no había dos Gobiernos liberales seguidos con mayoría absoluta, pero eso no impide ver los puntos débiles del partido de Chrétien, que pierde votos en el Atlántico y en el oeste y que se mantiene en el poder gracias a Ontario. Chrétien prometió gobernar "de acuerdo con los tradicionales valores canadienses de tolerancia, apertura, generosidad e inclusión" para "mantener un país fuerte y unido en el siglo XXI".
Para ello habrá dos obstáculos básicos. Uno es el de Manning, nuevo jefe de la oposición, que pasa de 52 a 60 escaños, con el 19% de los votos. Otro es el del Bloque Quebequés, que pierde 10 escaños pero que tendrá su mayor aliado en el enemigo: las soflamas de Manning, que ayudaron a los separatistas a reanimar la campaña en la última semana, serán el combustible para recuperar el impulso perdido y convocar un nuevo referéndum.
A pesar de no haber conseguido un buen resultado en Ontario, Manning promete mantener su agresividad como líder de la oposición: "Con la elección de este Parlamento, Canadá ha entrado en una etapa de transición, un periodo en el que las viejas fuerzas y las viejas ideas van a morir y en el que van a nacer nuevas ideas y nuevas fuerzas. Es una etapa de transición a la que no hay que temer, sino darle la bienvenida".
El mensaje "provincias iguales en una sociedad igual", un eufemismo de Manning para decir que hay que acabar con el tratamiento especial de Quebec, ha vuelto a encontrar un sólido apoyo en Alberta y en la Columbia Británica, pero se ha quedado como un movimiento regional de protesta, y no como la alternativa nacional. Además del rechazo al extremismo en Ontario y en las provincias centrales, ha sido clave la resurrección de los conservadores tradicionales, hundidos en 1993. Dirigidos por el atractivo Jean Charest, los tories han obtenido la segunda mejor votación del país, con un 20% y 20 escaños.
Si en el oeste los canadienses han demostrado que son menos extremistas que Manning, en Quebec ha ocurrido lo mismo. El Bloque ha ganado, pero pasa del 14% al 11% de los votos y de 54 a 44 escaños. Su líder, Gilles Duceppe, ya ha pronosticado conflictos: "Hay planes para frenar el proyecto de que Quebec llegue a ser un nuevo Estado soberano. Pero ninguno de estos planes impedirá que los quebequeses elijan el futuro que deseen: seguir en Canadá o comenzar un nuevo país".
Contra la polarización vuelven dos partidos nacionales que habían desaparecido en 1993: los conservadores progresivos de Charest y el Partido de los Nuevos Demócratas, de Alexa McDonough. Estas fuerzas, junto a los liberales, serán las que contengan los ataques de la Reforma contra Quebec y la reacción separatista del Bloque Quebequés, pero sin garantías de éxito porque estas elecciones dejan abiertas las cuestiones de la unidad nacional.
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