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ELECCIONES EN FRANCIA

Francia celebra hoy la segunda vuelta de las elecciones más imprescindibles desde 1978

Enric González

Philippe Séguin, el nuevo mascarón de proa de la Coalición Presidencial, pide una movilización de última hora del voto conservador para evitar que "Francia se despierte el lunes con una terrible resaca y cinco años de Gobierno socialista". Lionel Jospin, el líder del Partido Socialista (PS), llama a "confirmar y amplificar" la ventaja de la izquierda en la primera vuelta. Hoy es el día decisivo y todo es posible. Casi 39 millones de electores están llamados a las urnas para elegir una nueva Asamblea Nacional. Con los pronósticos ligeramente favorables a los socialistas, la balanza está en manos de los más de siete millones de abstencionistas del domingo pasado. Para los socialistas, perder sería una decepción. Para la derecha, un desastre.

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Hay que remontarse a 1978 para encontrar unas elecciones legislativas francesas de resultado tan impredecible como el de hoy. La derecha parte con desventaja. Perdió la primera vuelta el domingo pasado, ha cambiado de líder y, con las prisas, ha olvidado su programa. Además, en la Coalición Presidencial han añorado las divisiones, algo que los electores suelen castigar. Pero tal vez la aparición de Philippe Séguin, aunque tardía, sea capaz de despertar una nueva ilusión entre los votantes. Bastantes de las papeletas obtenidas por la izquierda hace una semana eran, en realidad, votos contra Alain Juppé. Una vez propinado el bofetón a Jaeques Chirac, por incumplir sus promesas electorales, y ya abatido Juppé, el electorado francés podría con ceder a última hora una nueva oportunidad a la derecha.

"Nueva oportunidad"

Philippe Séguin, un orador excepcional, ha dedicado los dos días escasos de que ha dispuesto para ejercer el liderazgo a insistir en el mensaje de la "nueva oportunidad". Esta vez, promete Séguin, Chirac cumplirá sus pro mesas de 1995: reducir la "fractura social" y combatir el desempleo por todos los medios. El nuevo campeón de la derecha se ofrece como garantía de que "en adelante, el presidente no será mal aconsejado". También ha imprimido un giro sustancial a la política, europea de la coalición. "Hay que incluir en el Tratado de Maastricht que el empleo es la prioridad entre las prioridades", afirma. De fracasar la solución Sèguin y ser vencida, la Coalición Presidencial se adentrará en terreno peligroso. "SI perdemos, la derecha se hará migas", pronostica Alain Lamassoure, ministro del Presupuesto y portavoz del Gobierno saliente.

El frente compuesto por los neogaullistas de la Unión por la República (RPR) y los liberal-centristas de la Unión para la Democracia Francesa (UDF) no sólo se arriesga a caer en la oposición, pese a disponer del 80% de los escaños en la Asamblea recién disuelta.

El riesgo más grave es el de es tallar en pedazos. Dentro de la UDF, los centristas de François Bayrou podrían sucumbir a la tentación de constituirse en partido autónomo. El propio secretario general de la UDF, Claude Goasguen, admite la "posibilidad de una escisión".

El partido neogaullista es mucho más homogéneo y disciplinado y no parece correr peligro pero en caso, de derrota deberá someterse a un difícil debate interno entre los partidarios de buscar futuros acuerdos electorales con el Frente Nacional (FN) y quienes, como el aún presidente del partido, Alain Juppé, se niegan en redondo a pactar con la ultraderecha.

El hecho indudable es que el FN, convertido ya en tercer partido de Francia tras PS y RPR, erosiona de forma continuada al electorado de la derecha democrática. La actual Coalición Presidencial, unida o por separado, tendrá que buscar fórmulas para atajar esa fuga de votos.

Los socialistas, por su parte, afrontan la jornada con tranquilidad. Repiten que ya han ganado, y es cierto. De la nada, Lionel Jospin les ha devuelto a la condición de mayor partido de Francia. Algunos de sus dirigentes reconocen incluso, desde el anonimato, que preferirían perder por poco e instalarse cómodamente en el Parlamento como oposición fuerte, para dejar que la derecha siguiera asumiendo el coste de la dificilísima situación del país.

Sin embargo, y a pesar de algunos roces de última hora con sus aliados comunistas, a los que no han satisfecho las palabras de Jospin sobre "la necesidad de aplicar gradualmente" las propuestas de la izquierda, los socialistas se saben favoritos y están casi convencidos de la victoria. Perder, para ellos, sería algo más que una decepción: sería una sorpresa.

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