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Tribuna
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Mucho ruido ¿para qué nueces?

La principal conclusión de la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas es simple: tres cuartas partes de los electores inscritos han rechazado la política del presidente de la República y de su Gobierno apenas dos años después de haberla iniciado. Esta masiva impugnación ¿es una primera advertencia entre amigos para que se rectifiquen orientaciones y objetivos, es el voto de castigo de un electorado al que se ha defraudado y que pide otro Gobierno y otra política, o es la expresión de una ruptura radical e irrecuperable? Las tres actitudes y los grupos y personas que son sus portadores entran en ese compacto rechazo y de ahí la extrema complejidad de construir alternativas válidas partiendo de ellos.El segundo hecho determinante es la modestia de la cifra -apenas el 56% de los votantes- que representan quienes se sitúan en el ámbito de las opciones realistas de poder -PS/ PRS en la izquierda y RPR/ UDF en la derecha- que en Francia se designa, desde que-lo lanzara Jean-Francois Kahn, como "pensamiento único". Lo que tiene como corolario que ninguno de los dos bloques puede, hoy y por sí solo, llegar a constituir una mayoría parlamentaria, y que para alcanzarla tiene que recurrir a la clientela de los que rechazan algún punto esencial de ese nucleo convencional consensuado (pensamiento único).

Por la izquierda, el Partido Comunista y la extrema izquierda movilizan un electorado que representa casi el 50% del voto socialista; y por la derecha, la mezcla de neofascismo y de nacional-populismo de Le Pen, con el 15,06% ha superado ya, en porcentaje de votantes, a la UDF y está a medio punto del RPR, partido del jefe del Estado y del jefe del Gobierno. Si le agregamos los votos del autoritarismo reaccionario que aportan el Movimiento por Francia, el Centro Nacional de los Independientes y otros grupos del mismo corte, nos acercamos al 20% de una derecha pura, dura, y sólo electoralmente democrática.

La peculiar estrategia electoral del presidente Chirac -convocatoria por sorpresa, campaña corta, objetivos electorales difusos y genéricos-, el irritado desinterés de los ciudadanos, la vaciedad de los debates, el infantilismo de los discursos -a la afirmación de "ser más liberales para ser más sociales" del RPR/UDF responden los socialistas proponiendo "Cambiar el futuro"-, la confusión y el aburrimiento generales y la función de los medios de comunicación han operado la repolarización de la política francesa en torno a una derecha y una izquierda electoralmente funcionales. Y por ello, aunque las diferencias ideológicas y programáticas sean mayores entre sus diversos componentes endógenos que entre una y otra, eso no es óbice para que funcionen globalmente como núcleos decisivos de agregación.

Lo que ha permitido que, en la primera vuelta, la izquierda aventaje claramente a la derecha y puede conducir a que, en la segunda, la derecha acabe imponiéndose a la izquierda. Pues el margen de votos movilizables desde la abstención y recuperables desde sus periferias es bastante menor por parte de la izquierda que de la derecha.

Hemos aprendido en elecciones pasadas que el voto de la extrema izquierda se queda siempre en casa en las segundas vueltas y que el voto ecologista se divide entre la izquierda -los Verdes- y la derecha -las otras formaciones-. En cuanto al FN y a pesar de que pueda participar en 133 circunscripciones y de que Le Pen haya manifestado su preferencia por la izquierda y pedido que se dé una lección a la derecha es previsible que, como en ocasiones anteriores, más del 50% de su electorado disponible -el de aquellas circunscripciones en que no esté en primera osegunda posición- vote a la derecha, lo que puede representar entre 3 y 4 puntos para la mayoría saliente. Es decir, lo suficiente, para darle la victoria.

La gran lección de esta desafortunada convocatoria es que las elecciones, gane quien gane, ya no pueden servir para plantear y debatir los grandes problemas de un país, ni para ejercitar esa necesaria función de pedagogía política, base de la vida pública y de la acción ciudadana. Hoy son simples operaciones para la conquista del poder, que encuentran en él su legitimación y cumplimiento. ¿Es eso democracia?

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