El lenguaje de algunos políticos
Había pensado en mandar esta carta hace ya unas semanas, cuando Felipe González demostró sus profundos conocimientos de nuestra lengua, así como la riqueza de su vocabulario al calificar a algunos jueces españoles. Pero no es de mi interés entrar a valorar a uno, a unos pocos o a todos los jueces de nuestro país. El motivo de la carta es otro. Es la utilización del lenguaje por parte de muchos de nuestros dirigentes políticos, entre los cuales se encuentra el ex presidente del Gobierno.La razón inmediata que ha terminado por decidirme ha sido el artículo de Javier Tussell, en las páginas de este periódico, Pendencias neuronales.
Tengo una hija de nueve años con parálisis cerebral, o será mejor, al decir del señor González, descerebrada ¿quizá? En todo caso tiene más sensibilidad e inteligencia que algunos de nuestros políticos. Él y otros que con entusiasmo y brío se han agarrado al vocablo como quien descubre algo nuevo, rico en connotaciones y posibilidades, como, por ejemplo, Álvarez Cascos.
Hace unos tres lustros pude ver una obra de teatro de grato recuerdo, Antaviana. La cual comenzaba con el descubrimiento de una nueva palabra, precisamente Antaviana, con la que unos niños, o como niños, los personajes jugaban y fantaseaban mientras la palabra volaba por el escenario en una pompa de jabón.
Han pasado sólo tres lustros desde entonces y hoy no estamos para esos lujos y fantasías. Lo nuestro, lo de hoy, por lo visto, es el lenguaje miserable y rastrero. Y les pediría a unos y otros, al inventor y los usuarios del término, que se marcharan y nos dejaran en paz; estamos aburridos de ellos. ¿No será que pretenden aburrirnos de la democracia? Y si es así, ¿otros no estarán entrando en el juego?-
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