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SAN ISIDRO 97

Cocidito valenciano

La traca levantina acompañó a 12.000 personas reunidas en la plaza Mayor para comer y despedir al patrón

A alguien se le ocurrió que no hay mejor manera de termina unas fiestas de San Isidro que con el himno regional de Valen cia. Y que, además, esa música es un buen acompañamiento si de comer un cocido madrileño se trata. La plaza Mayor y las más de 12.000 personas que la abarrotaban fue ayer testigo de esta combinación tan pintoresca. Se celebraba allí, como cada año desde hace diez, el gran cocido a favor de la asociación Aldeas Infantiles, que se ocupa de proporcionar un hogar a niños desamparados, una comilona que prepara la Agrupación de Abastecimientos Malzir, del Ejército. Desde antes de las diez de la mañana ya había gente tomando posiciones para probar el cocido. Las ollas se abrieron a las 14.30 (media hora después de lo previsto), tras un breve discurso del alcalde de Madrid y del alcalde de Canet de Berenguer, cuya banda municipal amenizó la jornada desde el escenario. La ambientación musical tuvo mucho más que ver con unas fiestas de moros y cristianos que con un acto tan castizo como el de dar de comer cocido a 12.000 personas.

A modo de aperitivo sonó una mascletá. La peculiaridad de esta petardada valenciana es que se trató de la más pequeña del mundo. O, por lo menos, así se presentó. Sus dimensiones eran 10 veces menores que las habituales, según los pirotécnicos (valencianos) que se responsabilizaron de ella. Don Hilarión, cargo que desde hace ocho años ostenta José Hergueta, comentó: "Esto no me parece normal porque no estamos en Valencia. Los madrileños admitimos todo, pero se deben respetar también las costumbres de aquí". Y la chulapa que le acompañaba añadió: "No entiendo por qué se tienen que subir las valencianas al escenario".Dicho esto, una pareja de turistas les pidió permiso para sacarles una foto. Los. dos chulapos representaban una estampa de lo más castiza: él, con bombín, pañuelo blanco al cuello y clavel en la solapa; ella, pañuelo y clavel en la cabeza.Mientras los alumnos de la Escuela de Hostelería servían las primeras raciones, la megafonía anunciaba que un tal Francisco Rivelles iba a cantar el himno regional valenciano. A nadie le sorprendió demasiado, dado lo que venía sonando en la plaza desde hacía rato. Y luego sonó la famosa canción en la que se repite la palabra Valencia una y otra vez. Los más madrugadores ya estaban comiendo garbanzos. El problema fue cómo sujetar el platito de plástico con el cocido hirviendo sin quemarse las manos.

La siguiente cuestión fue dónde comerlo. En la plaza Mayor se instalaron algunas mesas (sin sillas) para que la gente apoyase el plato mientras comía. Pero no había ni para empezar. Esto también produjo algo de tensión. Unos optaron por apoyar el plato en vallas de hierro. Alguno usó como mesa el carro de los barrenderos. Los avispados que se plantaron en la barra de un bar con su ración fueron expulsados por un camarero. La organización del cocido más grande del mundo (que cuenta con la colaboración de varias instituciones y el patrocinio del Ayuntamiento) demostró que sabía cómo juntar en 14 enormes ollas a presión 535 kilos de garbanzos, 265 de patatas, 265 de morcillo, 100 de morcilla, 200 de gallina, 135 de zanahoria y 165 de tocino. Otra cosa es cómo se lo comieron luego los madrileños.

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