Juan Pablo II pide que cese la "amenazadora" ocupación de Israel en el sur de Líbano
El adjetivo "amenazadora" referido a la "ocupación" del sur de Líbano por Israel, y una invitación a los cristianos para que "se integren en la cultura árabe" y refuercen "su solidaridad con el mundo árabe" caracterizaron ayer la triunfal visita de Juan Pablo II a Beirut. Dentro de los estrechos márgenes de una realpolitik tan implacable que el problema de los más de 300.000 palestinos que hay en el país ni siquiera fue mencionado, el Papa optó por destacar un punto que puede complicar las relaciones de la Santa Sede con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
El toque de timón fue reforzado sobre el terreno en relación al programado inicialmente, ya que el Papa añadió ayer a su homilía de la misa que pronunció ante más de 250.000 personas reunidas en el puerto de Beirut esta frase: "Hablando de Tiro y Sidón, no puedo dejar de mencionar los grandes sufrimientos que conocen sus poblaciones". La versión original del discurso se limitaba a recordar la conexión con la vida de Cristo de las dos ciudades citadas, que hoy sufren las incursiones de Israel contra las guerrillas islámicas de Amal y, sobre todo, de Hezbolá.El director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls, comentó que esa corrección de última hora se debía a que el problema del sur de Líbano había sido poco tocado por el Pontífice durante la primera jornada de este breve viaje.El líder espiritual de Hezbolá, jeque Mohammed Husein Fadlala, había pedido públicamente y en un memorándum entregado antes de esta visita al nuncio Pablo Puente que Juan Pablo II condenara la ocupación israelí del sur. La misma demanda le fue formulada al Papa el sábado por los jefes religiosos de las tres confesiones islámicas -suníes, shiíes y drusos-; por el primer ministro libanés, Rafic Hariri, y por el presidente del Parlamento y jefe de la milicia shií Amal, Nabib Berri."La presencia de fuerzas armadas no libanesas", en concreto sirias, en Líbano, no merece, en cambio, el calificativo de "arnenazadora" ni suscita más propuestas que el deseo genérico de que "el país recupere su total independencia y una libertad sin ambigüedades". La retirada de las tropas sirias es pedida por la sociedad cristiana, cuyos sectores más radicales y minoritarios colaboran con Israel en la guerra del sur. También la piden muchos musulmanes.El sínodo de los obispos de Líbano celebrado hace dos años se pronunció tanto por el fin de la ocupación del sur como por que se vayan los sirios. Ni el Papa ni el posibilismo político de la secretaría de Estado, que vela por las buenas relaciones vaticanas con Jerusalén y Damasco, podían llegar tan lejos, y, así, la Exhortación pastoral postsinodal publicada ayer por el Papa, que representa todo el contenido doctrinal de este viaje y de la que proceden las citas anteriores, se limita a mencionar los dos problemas junto a otras "mayores dificultades" del país, como "la situación económica o el peligro de extremismo".El documento refleja la prioridad que Juan Pablo II otorga a la unidad entre las diferentes iglesias católicas de Líbano -maronita, melkita, armenia, siria, caldea y latina- y de éstas con los católicos de Siria e Irak, para que "cristianos y musulmanes construyan juntos un futuro de convivencia y colaboración", Ese objetivo destaca entre los proyectos actuales del Papa, cuando el extremismo israelí complica su deseo de que las tres religiones monoteístas se aproximen. En consecuencia, exhorta a los católicos libaneses a la reconciliación y al perdón entre ellos y con los musulmanes.El gran agujero negro de esta exhortación es el problema de los palestinos, inscrito en las raíces mismas del conflicto libanés, que hoy, definitivamente desarmados y débiles, no pueden ni emigrar ni nacionalizarse. Hoy, nadie, ni cristianos ni musulmanes, quiere saber nada de ellos.
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