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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El himno nacional

Todo himno nacional, estatal o autonómico goza de una integridad especial, conferida por el carácter oficial que supone la aprobación, por el Gobierno, de su texto y de su música, y cuya vigencia se inicia, como es habitual, con su publicación en el BOE. Ahora bien: un himno necesita una materialización que permita su presencia en todas aquellas ocasiones cuya solemnidad lo requiere, lo que justifica la existencia de diferentes arreglos: para bandas militares, bandas sinfónicas, orquestas más o menos nutridas... Lo que precisa, a su vez, de un compositor que lleve a cabo la adaptación de la música oficial a las- diferentes combinaciones instrumentales.El himno nacional español cuenta con una orquestación magnífica, realizada por el compositor Bartolomé Pérez Casas (1873-1956), que es la habitualmente interpretada por nuestras orquestas o, en su defecto, reproducida a través de su grabación. Sólo a Pérez Casas corresponde la autoría de dicha orquestación que, como un arreglo que es, goza de los mismos derechos que cualquier otro: derechos que, quede claro, no son de autor del himno, sino de autor del arreglo, de los que se benefició él mismo en vida, como podrán hacerlo sus derechohabientes hasta transcurridos 80 años desde su fallecimiento.

Por esa razón, no se entiende a qué se refiere Miguel Ángel Aguilar en su artículo del pasado 29 de abril al calificar de "propiedad privada" el himno nacional; pero menos aún se entiende que, de ser cierto lo que afirma, el Gobierno anterior hiciera de este asunto cuestión de Gabinete para impedir que doña María Benito Silva siguiera percibiendo en el futuro los derechos que como heredera de Pérez Casas le corresponden y movilizara a la Real Academia de Bellas Artes para que promoviera una nueva orquestación que supliera a la anterior, y que nuevamente comenzara a generar derechos de autor que, en este caso, prescribirían a finales del siglo XXI... Si es verdad que el Gobierno anterior impulsó tal desatino, es de justicia aplaudir al Gobierno actual por su "indolencia" en este asunto.

Pero más allá de lo puramente anecdótico, todo esto no revela sino la falta de criterio con que, en general, se valora hoy el trabajo del compositor: mientras nadie parece discutir la actitud de los listillos que no dudan en adaptar, para deficientes mentales y ad majorem gloriam de sus cuentas corrientes, las páginas más célebres de la historia de la música, o la de los empresarios finos, que las utilizan como fondo musical del anuncio del coche del año o de una nueva marca de yogur, se pone en tela de juicio la legitimidad de la propiedad intelectual y el derecho de autor... Pronto habrá quien asegure que el compositor debe trabajar poco menos que de balde. Y si no, al tiempo.-

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