_
_
_
_

Musulmanes y cristianos se vuelcan en las calles de Beirut para pedir paz a Juan Pablo II

Era de esperar que la comunidad cristiana de Líbano, el, quizá, millón y medio largo de personas de dicha confesión que quedan en el país tras 16 años de guerra, se volcara a recibir a Juan Pablo II, a pesar de las polémicas que esta visita ha suscitado entre los propios maronitas. Menos previsible era, en cambio, que los musulmanes, y especialmente los shiíes, se lanzaran por millares a la calle, como hicieron ayer, para recibir al Papa. Estos piden que cese la ocupación israelí del sur de Líbano. Los cristianos, que se retiren los sirios y se "reequilibre" su situación política. Paz es la palabra común.

Más información
Clamor de "libertad" en la basílica de Harisa

El Pontífice, "que no puede hacer milagros", según se encargó de aclarar en la prensa local el nuncio, Pablo Puente, no dio más que indicaciones veladas acerca de estos problemas candentes. Antes de llegar a Beirut, cuando un periodista le preguntó en el avión si no temía que su viaje fuera interpretado como una aprobación de la presencia de 30.000 soldados sirios en el país al que viajaba, dijo: "Voy al Líbano soberano".Más tarde, en el aeropuerto, respondiendo al discurso de bienvenida del presidente de la República, Elías Haraui, que es cristiano maronita, reconoció que saludaba a "un pueblo deseoso de independencia y libertad", que debe "mirar a un futuro libremente determinado por la elección de sus gentes". También pidió paz "en un territorio nacional reconocido y respetado por todos", y, se sobrentiende, lo mismo por Israel que por Siria. Pero, del sobrentendido, no pasó a las menciones concretas.

La guerra de Líbano ha sido tan sangrienta, entre cristianos y musulmanes, pero también entre facciones de los propios cristianos durante los dos últimos años de los ochenta, que ahora se evita hasta pronunciar la palabra guerra. El presidente Haraui habló, en efecto, de "la crisis", y el Papa le respondió con el eufemismo de que "gentes de distintas culturas y religiones que habían vivido en términos amistosos y como buenos vecinos se encontraron, de repente, separadas e incluso amargamente enfrentadas".

Periodo de penitencia

Ese mismo espectro del conflicto latente y no resuelto, en la medida en que el contexto que cataliza su explosión es el mantenimiento del estado de guerra virtual entre Israel y Siria, explica la afluencia en las calles de musulmanes deseosos de que la violencia sea para siempre agua pasada. Si no salieron más, es porque es el periodo de la ashura, una época en que los shiíes hacen penitencia para purgar la muerte de Husein, el nieto de Mahoma, poco acorde con el ambiente festivo de1a recepción del Papa. Muchos de los que ayer se asomaron en feudos de Hezbolá por los que pasó el Pontífice, como la mezquita de Alrashmil al Azam o el barrio de Chatila, donde, en 1982, milicias cristianas hicieron una matanza de palestinos, vestían de negro por la ashura y bastantes de ellos portaban imágenes del desaparecido imam Musa Sadra.

Amer Aju, un shií de 28 años que habla español porque trabaja entre Uruguay y Argentina, dice mientras espera al Papa: "Lo más importante es que hable de la paz, de que los israelíes se retiren del sur todavía el año pasado bombardearon este barrio; que pida que salgan los presos de las cárceles israelíes. ¿Los cristianos? No tenemos problemas con ellos, mi cuñada es cristiana. La guerra no fue de la gente, sino de la política. Es hora de que nos dejen tranquilos Israel y Siria".

Soldados por doquier, en todos los tejados y colinas ' helicópteros militares, blindados, sirenas, policías, escenificaron una férrea seguridad en torno al Pontífice, aunque no más espectacular que la que acompaña al embajador de EE UU en todos sus desplazamientos por la capital libanesa. Las medidas tampoco se relajaron en los barrios del Este situados en el camino del Papa, donde el apoteósico recibimiento de los cristianos se vio perturbado por las manifestaciones de algunos cientos de jóvenes que pedían la liberación de Samir Geagea, el líder cristiano condenado a cadena perpetua por asesinato y sospechoso de haber colocado la bomba en una iglesia que, en 1994, aconsejó anular la visita proyectada por el Papa.

Juan Pablo II, que apareció cansado e impedido de movimientos por el calor atmosférico, y las apreturas de cuantos le querían coger la mano mientras una banda de música le tocaba Cumpleaños feliz, en el palacio del presidente de la República, anticipando el 77 aniversario que celebrará dentro de una semana, pidió a los 17.000 jóvenes reunidos por la tarde en el monasterio de Harisa, paciencia frente "a una situación cotidiana que parece que no puede cambiar", así como "gestos de reconciliación" y "respeto" de las distintintas comunidades para que Líbano sea "un pueblo unido, con su diversidad cultural y espiritual".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_