¡Despertemos!
Ni lo quise escuchar, pero mi alma estuvo despierta y lo captó: millones de gamines vagan por las calles de Brasil, niños sin hogar, sin cariño, desprotegidos; como ánimas aparecen en una sociedad condenada a ser un gamín de este mundo dirigido por un Dios transformado, por un sistema injusto, en hombre.Un sistema sicario para los niños pobres de los países subdesarrollados, que habitan las calles como vagabundos; niñas que desde los 14 años se esclavizan vendiendo sus cuerpos. Escuadrones de la muerte intentan limpiar las ciudades, los paramilitares intentan lavar la imagen del país eliminando, como si de ratas se tratara, a los hijos de la pobreza. Los ciudadanos de los países desarrollados nos convertimos en sicarios al no reaccionar contra la injusticia que presenta la cruda realidad. También podemos citar a las víctimas de nuestro sistema: los seres humanos del Tercer Mundo sacrificados para que Occidente mantenga su maldito Estado de bienestar.
¡Despertemos! No permitamos que miles de millones de seres humanos sufran dentro de un mundo que nos engendró a todos iguales, y que, al nacer, la irracionalidad humana condenó a la miseria a gran parte de la humanidad. Debemos sembrar el paraíso en la tierra, el camino de Cristo.
No creamos en una Iglesia capitalista e injusta. Luchemos desde nuestra profesión para crear la utopía que resucitará a los hijos de la muerte, los rescatará de su destino de sufrimiento; creemos un rayo de esperanza que nos aleje de la sinrazón, del absurdo; acerquémonos al amor y a la razón, porque sin ellas seríamos simples bestias.-
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