El integrismo no cala en Turquía
Aunque gobierna el partido religioso de Erbakan, la moderna sociedad laica no admite el modelo argelino o iraní
ENVIADO ESPECIAL"Si no hubieran pasado los militares, esto sería un caos". En pleno Ramadán, hace apenas cuatro meses, varias docenas de carros de combate desfilaron sin previo aviso por la principal avenida de Sincan, una ciudad satélite de Ankara cuyos 400.000 habitantes estaban gobernados por un alcalde del islamista Partido del Bienestar (Refah) desde 1994. Precisamente cuando dejó de servirse alcohol en todos los cafés del municipio. Mehmet (es un nombre figurado) acabó por reconocer en la rebotica de su estanco, donde sella bonolotos y envuelve con sigilo las latas de Efes Pilsen en papel de periódico, que los tanques del Ejército turco trajeron aire fresco a Sincan. El destituido regidor está en la cárcel, y el embajador de Irán, que le acompañaba en un acto de exaltación de la sharia (ley islámica), no ha vuelto de Teherán.
El 99% de los turcos se confiesa musulmán, según todas las encuestas. Sin embargo, Turquía es un país constitucionalmente laico, miembro de la OTAN antes que España y con una pujante economía de mercado. El kemalismo, el régimen autoritario implantado por Ataturk hace 74 años, ha erigido un dique militar frente al advenimiento de un Estado islámico copiado del vecino Irán. Aun así, no ha podido impedir la llegada al poder del partido del islamista Necmettin Erbakan. "Paradójicamente, la islamización de Turquía coincide con el asentamiento de una sociedad urbana y moderna", des taca una fuente diplomática en Ankara. Y aunque en Argelia el, Frente Islámico de Salvación también comenzó su ascensión política en unos comicios municipales, los teócratas magrebíes superaron el 50% de los votos en 1990, mientras el Refah apenas reunía un 20% de los sufragios en 1994, un resultado que prácticamente repitió un año después en las elecciones generales.Abierto en domingo
Es domingo y en los lujosos comercios del centro de Ankara han echado el cierre. Pero en Sincan casi todos los establecimientos están abiertos. "No le busque tres pies al gato", viene a decir Mustafá en su tienda de ropa barata, "aquí todos trabajan en la ciudad y no tienen tiempo para comprar entre semana; el viernes [fiesta de guardar en el islam] también abrimos". Mustafá era empleado del Ayuntamiento con los socialdemócratas. Sólo duró un año con el Refah. "¿Golpe de Estado? No creo que Erbakan vaya a durar mucho, pero nadie sabe qué va a pasar".
En Ankara o Estambul hay algo de Kabul y de El Cairo, pero también de Viena y Barcelona. "Turquía es un país. que está cambiando a un ritmo acelerado, que sufre una crisis de crecimiento, y hay quien saca partido", razona un observador occidental en la capital turca. El diario Teheran Times, supuesto portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, acaba de advertir de que Turquía corre el riesgo de convertirse en otra Argelia.
En la trastienda del estanco de Mehmet sólo se preocupan de que los clientes no beban por la calle. "Aquí hemos tenido un, digamos, cambio psicológico", explica el propietario mientras dos fumadores menean la cabeza para celebrar la respuesta. Mehmet, que dice rezar cinco veces al día, votó al Refah y es abstemio. "Yo no tengo la culpa de tener que ganarme la vida vendiendo tabaco y bebidas, pero los fanáticos barbudos creen que soy un infiel", proclama ante un escenerio de botellas de J&B y raki (anís).
A pesar de las presiones que ejercen los ayuntamientos islamistas sobre bares y restaurantes y de las tentativas del Gobierno central para autorizar el uso del velo entre, las empleadas públicas y en las universidades, vetado por el kemalismo, el integrismo político no cala en la moderna sociedad turca, donde los tarikats o cofradías religiosas siguen teniendo, no obstante, un gran peso en la vertebración del país. Las acciones de los extremistas armados del Frente de los Caballeros del Gran Oriente Islámico son poco más que una anécdota en comparación con las partes de guerra que difunde el Estado Mayor sobre las incursiones de la guerrilla independentista kurda en el sureste de Anatolia.
Liceo Coránico Tevfik ller. Distrito de BesevIer, Ankara. Un enorme grabado de Ataturk se eleva sobre la cabeza del director del colegio, Hamit Karadeniz, responsable de 6.000 alumnos de secundaria (de 11 a 18 años), la mitad niñas. Es una imam hatip, escuela de imames o clérigos, un oficio reservado, como en la Iglesia católica, a los hombres. "Éste es un centro público y gratuito: preparamos imames para las mezquitas y estudiantes para la universidad. El sistema turco no está listo ara ampliar la educación gratuita asta los 14 años", replica a la imposición de jerarquía militar al Gobierno de Erbakan, "y es mejor que los niños aprendan desde pequeños el Corán".También estudian inglés e informática. Su nivel académico suele ser muy superior al de las escuelas estatales: casi todos los alumnos superan con éxito las pruebas de acceso a la universidad. "El Estado ha descuidado la enseñanza en Turquía. Los islamistas reclutan a los estudiantes más brillantes de las clases populares para las imam hatip, mientras los hijos de las clases medias urbanas rechazan incorporarse a la Administración pública, con salarios muy inferiores a los del sector privado", precisa una periodista europea que vive desde hace más de quince años en Ankara. Así, un porcentaje cada vez más elevado de los funcionarios de la enseñanza, la justicia e incluso de los servicios de seguridad procede de las escuelas coránicas.
El Ejército desencadena periódicas purgas para frenar la infiltración. "Destruir el integrismo es una cuestión de vida o muerte para Turquía", sentenció a finales de abril el general Kenan Deniz, jefe del Departamento de Seguridad Interior del Estado Mayor. Desde la llegada al poder de Erbakan, hace 10 meses, al menos 200 oficiales y suboficiales han sido expulsados de las Fuerzas Armadas por sus inclinaciones islamistas.
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