Nuevo europeismo
ARROPADO EN su aplastante victoria, el Nuevo Laborismo de Tony Blair ha empezado a exhibir un nuevo europeísmo. No hay que echar aún las campanas al vuelo, pero Londres ha dado ya muestras fehacientes de un cambio de actitud hacia el continente. La decisión de ayer de conceder una mayor independencia al Banco de Inglaterra, confirmando al propio tiempo a su actual gobernador, acerca al banco central británico a las exigencias de autonomía previstas en el Tratado de Maastricht para participar en la moneda única.El canciller del Exchequer, Gordon Brown, sorprendió ayer al decretar esta mayor -aunque no total- autonomía para el Banco de Inglaterra. Brown, que acompañó este anuncio de una subida de un cuarto de punto en los tipos de interés, no presentó estas decisiones como un paso hacia la moneda única, sino como una forma de luchar contra la inflación.
Tampoco hay que esperar que la participación británica en el euro se produzca -si se produce- en la fecha de partida de 1999, ya que el Reino Unido no participa en el mecanismo de cambios del Sistema Monetario Europeo desde 1992, y esta participación es otro de los requisitos exigidos. Los laboristas se han comprometido, por otra parte, a convocar un referéndum sobre el euro. Por todo ello, la incorporación británica podría demorarse, en su caso, hasta el 2002, año en que entrarán en circulación los billetes y monedas del euro.
Lo que apuntan los primeros gestos del nuevo Gobierno británico es que los laboristas no pretenden ya ir a la contra de Europa. Blair lo llama "compromiso constructivo" con Europa. Habrá que esperar a ver cómo se concreta. Al menos ahora hay en Londres un Gobierno que puede negociar, y que no se siente rehén de nadie. La participación en Europa puede también ser parte de esa asociación entre el mundo empresarial y el sector público que Blair presentó como uno de los ejes de su programa electoral
En su primera comparecencia comunitaria, el nuevo ministro de Asuntos Europeos, Douglas Henderson, anunció lo que los laboristas habían prometido: que el Reino Unido participará en la Carta Social, de la que se quedó descolgado por voluntad del Gobierno de John Major. Toda una señal de voluntad de normalidad. Incluso Londres, en apoyo del desarrollo de la Europa social, es ahora partidario de que el nuevo Tratado incluya un capítulo sobre la lucha por el empleo.
La nueva actitud debería facilitar la conferencia para una reforma del Tratado de Maastricht, aunque los objetivos de este ejercicio resulten cada vez menos ambiciosos. El Gobierno laborista se muestra dispuesto, entre otras cosas, a ampliar las decisiones por mayoría en algunos temas como la política regional o industrial, pero no pretende favorecer grandes reformas institucionales en la política exterior y de seguridad común ni en materia de fronteras. El cambio de postura deja a la intemperie a muchas posiciones nacionales que se escudaban siempre detrás de la negativa británica a nuevos pasos integradores. El auténtico calado europeísta de Blair se apreciará en el Consejo Europeo informal del 23 de mayo y, sobre todo, en el decisivo de Amsterdam a mediados de junio. De momento, ¡bienvenido a Europa, míster Blair! El continente ya no está aislado.
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