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Los gitanos piden en la beatificación de El Pelé que cese su marginación.

"La caridad de Cristo no conoce fronteras de razas ni culturas". dice el Papa

La beatificación de Ceferino Giménez Malla reunió ayer en Roma a unos 3.000 gitanos, que oyeron decir al Papa: "El beato Ceferino supo sembrar concordia y solidiridad entre los suyos, mediando en los conflictos que a veces empañan las relaciones entre payos y gitanos, demostrando que la caridad de Cristo no conoce límites de razas ni de culturas". Manuel Santiago, gitano que corría a pillar el autobús de regreso a Badalona, interpretó así la ceremonia: "Algo tenemos, ¿no? Algo en qué pensar para que no nos tengan tan discriminados en el mundo entero como ahora".

Giancarlo Pasquale, activista gitano italiano, remacha: "Es la gente la que nos convierte en marginados, porque cuando se enteran de que alguien es zíngaro, aunque se integre, en el pueblo y se compre una casa, le cierran la puerta. Esperamos que con esta beatificación, cambien, un poco las cosas". Pero no parece muy esperanzado, pues añade que el primer beato gitano "es un símbolo como Jesucristo, porque una cosa así no se repetirá".Han venido de más países, como Francia, Portugal y Rumanía, para asistir al "hecho irrepetible" desperdigados entre las 40.000 personas que, aproximadamente, asistieron ayer a una ceremonia que incluía a otros cuatro nuevos beatos. Uno de ellos es Florencio Asensio Barroso, obispo primero de Valladolid y luego de Barbastro, la ciudad del Pelé, donde el prelado fue fusilado también en 1936. El obispo y el gitano eran amigos, dicen sus biografías, y murieron con pocos días de diferencia.

Pero los protagonistas indiscutibles del evento fueron Ceferino Giménez y su pueblo que, con su fuerte presencia cultural y física, destacaba sobre la marea humana reunida ayer en la plaza de San Pedro. A fin de cuentas, como dice Eusebio Moreno, gitano de traje y sombrero, a la antigua, que repone fuerzas en un banco antes de iniciar las 18 horas de autobús hasta su casa en Barcelona, "que los gitanos vengamos aquí, a Roma, hombre, eso no se ve muy a menudo".

Nómadas e integrados

Hay de todo. Nómadas orientales con pañoletas de sus mejores colores y sus joyas abigarradas, y gitanos tan integrados que ni siquiera lo parecen. Ese es el caso de Elena e Isabel Jiménez las biznietas del nuevo beato. Ellas mismas ignoran cuándo la G del apellido del bisabuelo fue cambiada por la J. Isabel es profesora en Zaragoza. Elena dice que se dedica "al mercado. Hago la venta ambulante, vaya". "Yo nunca me he sentido marginada. Siempre he ido al colegio y mis compañeras han sabido que éramos gitanas. Nos han tratado con mucho respeto y cariño. Pero yo sé que hay personas que sienten esa marginación, y eso es muy doloroso. Si con ésto se consiguiera un pasito para acabar con ella, sería un pequeño milagro", opina Elena.

La biznieta del "tío Pelé", como le llaman, lamenta especialmente que no estuviera ayer en Roma la rama de la familia que pertenece a la Iglesia de Filadelfia. "Ha habido malentendidos y, al final, cuando quisieron venir no se pudieron arreglar las cosas. Pero nuestra relación con ellos es maravillosa y encantadora", afirma.

Sobre las conversiones de gitanos a las sectas no católicas, el barcelonés Eusebio Moreno ya había sentenciado por su cuenta: "Cada cual es cada cual. Si uno cree en Dios, el otro en la Virgen y el otro en un santo, para nosotros no hay problemas". Jerónimo Maya, de 19 años, que viene de Sabadell y enarbola la senyera, afirma que en su autobús viajan algunos gitanos de confesión evangelista. Pasea junto al Vaticano con su guitarra y reconoce que ha echado de menos un poco de folklore en la misa. Ha habido un canto preparatorio en caló; ha sonado una guitarra y un violín zíngaro después de que Ramón Salazar, presidente de la Federación de Asociaciones Gitanas de Castilla y León, ofreciera un bastón de mando gitano a Juan Pablo II, que pronunció dos frases en romaní en la misa.

En el aula donde el Papa celebra las audiencias y los conciertos de Navidad, se representó por la tarde Un gitano de ley, espectáculo hondo al que asistieron unas 5.000 personas. El autor, José Heredia Maya, gritó "Viva los gitanos buenos, y Ceferino que lo era". Enrique Jiménez Abel, también gitano, director de la Pastoral Gitana en España, dijo que "por lo menos ya hay un gitano reconocido auténticamente como bueno". Como no asistió el Papa ni ninguna jerarquía vaticana, la mayor personalidad en este acto fue Federico Trillo, cabeza de la delegación oficial española, que llegó con 40 minutos de retraso. Hasta que llegó, no comenzó la velada.

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