Apoteosis del wonderbra

En su reciente, sangrienta y a ratos estremecedora Scream una colección de citas cinéfilos de gran calado, Wes Craven se marca un sentido homenaje a la sufrida Jamie Lee Curtis con la proyección, en vídeo, de El tren del terror de Rober Spottiswoode, que unos adolescentes literalmente enloquecidos por el género terrorífico ven en religiosa comunión mientras suspiran por los encantos físicos de la entonces atlética joven. Hace años de ello, pero que los tales encantos, y especialmente los casi sobrenaturales pechos de Mrs. Curtis siguen, Wonderbra mediante, en glorioso esplendor es algo de lo que da cuenta Criaturas feroces, hasta el punto de hacer de ellos objeto directo del humor desenfrenado y muy poco políticamente correcto que exhibe con irreprimible orgullo. A nadie asombrará pues que la cotizada marca de sostenes ocupe lugar destacada en los agradecimientos que cierran el filme.Segunda gamberrada, a ochos años vista, del equipo creador de la desopilante Un pez llamada Wanda -los ex-Monty Python Cleese y Palin, más el siempre eficaz Kline y la musa Curtis-, Criaturas es una desastrada, irreverente y a la postre muy entretenida comedia de absurdos, la ocasión de oro para que Cleese y Palien vuelvan a rescatar del olvido una de sus ideas, no realizadas, para el célebre y hoy fenecido show televisivo que estuvo en el origen del grupo Monty Python. Y esa idea, convertida en un guión que tiene algún desfallecimiento debido sobre todo a la reiteración, no es otra que mostrar hasta dónde puede llegar el espíritu neoliberal aplicado a la explotación comercial de un zoológico del cual deberá desterrarse todo animal que no sea feroz y capaz de los mayores atrocidades. Que quien tenga que llevar a cabo esa reorientación de los "contenidos" del zoo o sea, a pesar de las apariencias, un alma sensible es el origen de casi todos los problemas.

Tres pilares

Tres son los pilares sobre los que se asienta sólidamente el filme: uno, ese humor tan surreal que ya campaba en la producción anterior de Cleese, y también en Un pez ... ; dos, un ácido tono de crítica que no deja títere con cabeza. Y tres, recurso clásico del género, un juego constante de equívocos, que tiene su apogeo en una divertida secuencia con tres personajes involuntariamente encerrados en un armario.

Tiene Criaturas algunos golpes escondidos que, bien dosificados, soportan con donaire el conjunto del guión. Pero ostenta sobre todo un aire festivo, de disfrute común entre sus protagonistas, que la convierte de inmediato en un filme apreciable, y que logra pasar incluso por encima de esa sospechosa paternidad compartida entre dos directores, el televisivo y bien poco interesante Robert Young y el australiano Fred Schepisi, autor de algún filme más que estimable, como el excelente y aquí virtualmente clandestino Seis grados de separación, y un hombre que, hasta la fecha, no parecía muy afecto al humor de trazo grueso. Viejos compinches, Cleese y Palin se ajustan muy bien a sus personajes; Mrs. Curtis se limita a estar, sonreir y mostrarse, mientras que Kline, un actor que, al parecer, está entre los mejores intérpretes shakeasperianos del teatro estadouniden se, vuelve a revalidar con un doble papel que el propio film se toma muy a guasa, sus credenciales como eficaz, socarrón comediante.