Bienvenidos al futuro
Sin menosprecio del montón de grupos que actuaron ayer, sin duda lo más impactante corrió a cargo de dos estrellas procedentes del peculiar universo de Los Ángeles. Un negro furibundo y un blanco iluminado ofrecieron los puntos álgidos de la noche y situaron de paso a una concurrencia que se lo está pasando en grande a las puertas del siglo que comienza. Por la tarde y aún con luz hacía su aparición Body Count, el vehículo hard rockero del rapero Ice-T. Esta megaestrella de la negritud musical estadounidense acudía a Festimad a presentar su último álbum, Violent demise, y a dar una buena descarga de música nacida al calor de una de las ciudades en las que la violencia y la injusticia conviven con población de diversas razas. El discurso de Ice-T está plagado de provocaciones que en los Estados Unidos pueden ser bastante violentas, pero que en España, al no saber inglés buena parte del público, se quedan sólo en parte del espectáculo.No obstante, el rapero apareció junto a una solidísima banda que practica un punk-rock sin contemplaciones, macizo y en el que las guitarras pueden considerarse realmente asesinas Ayudado por dos cantantes, Ice-T desgranó lo más exaltado de su repertorio, del que destacan títulos como Kkk bitch, Bring it to pain y un tremendo Cop killa, que como su propio nombre indica es una canción de aviesas intenciones. Mr. T. podía haberse ahorrado gran parte de la charla que ofreció al público, más preocupado en divertirse y bailar. No obstante, tuvo un punto cuando sacó a su hijo de cinco años al escenario y recordó a alguna que otra folclórica española.
Body Count y Beck
Festimad. Parque El Soto de Móstoles. Viernes 2 de mayo.
El plato fuerte de la noche lo ofreció uno de los mozart que ha dado la música pop. El también angelino Beck se sentía extrañado de que, en anteriores actuaciones, en nuestro país, no hubiera entusiasmado. De tal modo, en esta ocasión ofreció un pedazo de concierto que ya le acerca a clásicos tales como Elvis Presley o James Brown. Tal fuera la concepción de espectáculo que este individuo bajito y malvestido fue capaz de construir con una banda impresionante, en la que destacó en un solo increíble el disc jockey Swamp en un no muy largo concierto, Beck conectó de inmediato con su público, al que regaló los mejores momentos de toda su discografía, haciendo especial hincapié en su último disco, Odelay.
En este caso, había optado por conceder más valor a los sampler y otros avances tecnológicos, en detrimento de la crudeza de guitarras. Su concierto fue un ejemplo de eclecticismo admirable, en el que cupo desde el blues con armónica de 1 ft. in the grave hasta el más rabioso punk de Burnt o. -peer, pasando por su mejor creación, aquella que había negado siempre al público español en sus, anteriores visitas y que supone lo mejor de toda su obra: Loser.
Beck encantó a los presentes, les hizo bailar, mover los brazos y cantar estribillos que, la verdad, es difícil aprenderse si uno no está familiarizado con los vericuetos del hip hop. Él, así como Body Count, señalan la senda de lo que es ya el rock del presente y del inminente siglo que comienza. Ambos son un paso hacia el futuro. Bienvenidos a él.
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