Seis de cada diez trabajadores de 25 a 30 años viven todavía en la casa de sus padres
Familia más permisiva y miedo a la precariedad laboral, factores clave del fenómeno
Para un 60% de los españoles de entre 25 y 30 años, tener trabajo no es una razón para abandonar la casa de sus padres. Dentro tienen la intendencia resuelta, ahorran y disfrutan de una familia más permisiva, con una fuerte complicidad entre padres e hijos, lo que les insufla seguridad. Fuera tropiezan con un mercado laboral precario y un difícil acceso a la vivienda. Las consecuencias son: caída de la natalidad y un porcentaje bajísimo de jóvenes disponibles para tener hijos. "Ni se casan ni se emparejan", dice el demógrafo Juan Antonio Fernández Cordón.
La bandera de aquellos padres de finales de los años 60, que huyeron en cuanto pudieron del hogar paterno, no ha sido recogida por la mayor parte de sus hijos. Según el estudio Independencia y autonomía de los jóvenes, elaborado por el investigador Juan Antonio Fernández Cordón, del Instituto de Economía y Geografía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), un 60% de los españoles de entre 25 y 30 años y con un puesto de trabajo aún no han abandonado el hogar familiar.Esta tendencia ha aumentado en el último decenio: de 1985 a 1995 se ha elevado entre un 25% y un 30% el porcentaje de jóvenes empleados no emancipados. Si estas cifras se comparan con las de países como Francia, Reino Unido o Alemania, en el mejor de los casos España triplica el número de jóvenes empleados sin independizarse: en Francia sólo un 18% de los que tienen trabajo no han salido del paraguas familiar; en Alemania, un 25%, y en el Reino Unido, un 20%. Sólo los jóvenes griegos e italianos comparten una parecida actitud que los españoles.
"Cuando se les pregunta a los jóvenes, una parte contesta que se iría de casa si pudiera, pero en 10 años ha aumentado la tendencia contraria. Esto no se puede explicar por un rasgo cultural arcaico y sí de poca estabilidad en el trabajo y escasas perpectivas de solvencia económica. Ellos no se creen estables y los que pueden darles créditos tampoco les consideran solventes", afirma Fernández Cordón.
Incertidumbre laboral
Causas de índole económica y otras que tienen que ver con la intendencia son a las que más recurren los expertos para explicar esta conducta: la incertidumbre del actual mercado laboral, salarios poco boyantes, pánico a independizarse y quedarse sin trabajo, familias más permisivas que no piden cuentas y comodidad.
Las familias, que se constituyen como la última red de solidaridad, les facilita además llevar a la práctica una razón de tipo estratégico: poder ahorrar, otra explicación que abunda en por qué el promedio de emancipación real en España, 28 años, "es muy elevado si se compara con el resto de los países de nuestro entorno", según el investigador del Instituto de Estadísticas Sociales Avanzadas Luis Moreno.
"La gente quiere ahorrar y, si los padres son solidarios, y lo son mucho, en casa van ahorrando. Luego hay también una cultura muy patrimonialista y es qu e, en general, se tiende a comprar la vivienda en lugar de alquilarla, debido a que hay poca cultura de arrendamientos", afirma Moreno.
El propio carácter precario del trabajo no hace sino cargarles de razones: la mayor parte de los contratos laborales temporales se concentran en los jóvenes. "Y éstos quieren tener las cosas muy claras antes de meterse en cuestiones más serias", añade.
Sólo un 19% de los jóvenes ha conseguido vivir fuera del hogar, según los datos de la subcomisión del Congreso que la pasadasemana aprobó un documento con 13 recomendaciones dirigidas al Gobierno para apoyar a la familia. De ese porcentaje, el 62% se independiza para casarse; el 10% porque cree que necesita autonomía; el 9% para estudiar fuera de su ciudad, y el otro 9% se traslada a trabajar fuera de su residencia.
También entra en juego un elemento de inseguridad muy subjetivo y psicológico de creer que el mercado laboral está peor de lo que está, lo cual les añade inseguridad. Dolores Sánchez, ponente de la subcomisión, opina que "hasta que no controlan la situación del mercado no se tiran a la selva, tienen trabajo y les cuesta dar el salto. únicamente aquellos que ya tienen un empleo estable y bien pagado, y que pueden contar con disfrutar de la misma calidad de vida de su hogar se van. Pero normalmente ellos mismos consideran que no pueden hacerlo hasta tener una situación muy consolidada".
Nupcialidad y fertilidad
Las consecuencias inmediatas de este comportamiento, que se manifiesta de manera particular en España, son una caída importante de la nupcialidad y de la fertilidad durante la última década. "En España es bajísimo el porcentaje de jóvenes para tener hijos porque ni se casan ni se emparejan y tampoco tienen hijos fuera del matrimonio", afirma Fernández Cordón.
Según refleja la ponencia parlamentaria del Congreso, la familia es el eje que asegura el principio de la continuidad demográfica. Pero, en España, esta posibilidad se quiebra por "la situación de los jóvenes que no tienen trabajo, no tienen vivienda, no tienen pareja y no tienen hijos". En Suecia se producen más del 50% de nacimientos en parejas no casadas; en Francia, un 40%, y en España sólo alcanza un 11 %. Según este demógrafo, no hay que apelar a razones de tipo ético o moral para explicar la diferencia, sino sencillamente "a que aquí no hay vida de pareja".
Entre los deseos de emparejamiento y la realidad se produce un abismo de hasta siete años en la vida de los jóvenes españoles. "Las chicas consideran que una buena edad para casarse son los 23 años y los chicos 24. Sin embargo, se retrasa de manera muy significativa la edad en la que contraen matrimonio, muy ligado a la independencia del hogar familiar, y que se sitúa a los 30 años", según Dolores Sánchez.
La incógnita para los expertos es qué va a ocurrir en adelante -en lo que algunos han llamado la II Transición Demográfica- con los jóvenes que ahora tienen 25 años.
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