Lamentos en el autobús
El maratón devoró ayer a 1.500 corredores. Una deficiente preparación, las lesiones, el cansancio o un calzado inadecuado les obligaron a claudicar. La mitad de los abandonos se produjo tras el kilómetro 25. Los atletas que se rendían a la mítica distancia subían cabizbajos al coche escoba. "Estoy decepcionado", dijo Eduardo Díaz, biólogo de 43 años, hundido en el kilómetro 27. A José Ugarte, un debutante de 32 años, el tabaco le venció: "Fumo demasiado. Lo he notado". El cabo Ojeda, de la Brigada Paracaidista, no tenía ni ganas de hablar. "Estoy triste. Mi problema es que las zancadas me han destrozado el pie". Sofía Holman decía con rabia: "No es un fracaso; más bien una desilusión". Para Diosalba Arias, de 40 años, lo peor es que no podría enarbolar en meta la bandera de su patria, Colombia. Pero todos los derrotados por el maratón repetían con coraje: "Retirarse es una motivación para repetir". En 1998 volverán.
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