Chirac adelanta las elecciones legislativas en busca del respaldo a su proyecto de reformas
Los franceses votarán el próximo 25 de mayo y, en segunda vuelta, el 1 de junio. El presidente Jacques Chirac disolvió anoche la Asamblea Nacional y convocó unas elecciones legislativas destinadas, dijo, a relanzar las reformas iniciadas en 1995. Chirac reclamó varias veces la "adhesión" de los electores a su proyecto, indisolublemente unido al mantenimiento de Alain Juppé como primer ministro, y subrayó implícitamente que las elecciones serían, un referéndum sobre su gestión. Asumió, por tanto, el riesgo de qudar deslegitimado en caso de victoria de la izquierda, y dio el pistoletazo de salida a una campaña breve e intensa que girará en torno a la unión monetaria y al balance de lo hecho hasta ahora por Chirac y Juppé.
Se esperaba que Chirac justificara la anticipación de las elecciones, que debían celebrarse en marzo de 1998, por la coincidencia de fechas con la decisión definitiva sobre la unión monetaria. Aunque habló de ello, destacó la necesidad de que los franceses se pronunciaran sobre "la amplitud y el ritmo" de las reformas en curso (ejército, Seguridad Social, justicia, fiscalidad, sector público ... ), destinadas a reducir el peso del Estado, reducir los impuestos y ganar eficacia.Quedó claro que Chirac buscaba bajo la bandera del liberalismo un nuevo aliento para su presidencia, deslucida por el incumplimiento de sus promesas, la persistencia del paro, la atonía económica y las tensiones reflejadas en el auge de la ultraderecha. El déficit presupuestario y el de la Seguridad Social aumentan de nuevo y parece imprescindible una nueva vuelta de tuerca fiscal pasado el verano. Con las elecciones, Chirac y Juppé buscan una doble legitimidad: cara al exterior, para negociar los términos finales de la unión monetaria, y cara al interior, para adoptar nuevas medidas impopulares.
Chirac pidió respaldo a su proyecto, frente al socialista, que definió como "anticuado, siempre más Estado y más impuestos", y al del Frente Nacional, con su "permanente llamada al odio". Con su gesto, el presidente prescindió de una Asamblea Nacional en la que su coalición conservadora (gaullistas, centristas y liberales) disponía de una inmensa mayoría obtenida en 1993 (471 escaños sobre un total de 577) y asumió el mayor riesgo de su septenio. La más reciente encuesta, publicada ayer por Le Figaro, pronosticaba 318 escaños para la derecha, es decir, una pérdida de 150 diputados pero una mayoría confortable a pesar de todo. El margen final será, probablemente, muy estrecho.
Construcción europea, unión monetaria y liberalismo, tres cuestiones estrechamente anudadas por el Tratado de Máastricht, constituirán el eje de la campana, que comenzará hoy mismo. Los socialistas lo comprendieron inmediatamente, y su primer secretario, Lionel Jospin, tomó posición respecto a los tres asuntos en una intervención inmediatamente posterior a la del presidente. Jospin afirmó que la disolución anticipada suponía el reconocimiento de un fracaso".
Frente a la ortodoxia liberal y maastrichiana que defenderá Alain Juppé, en nombre de Jacques Chirac, Jospin insistirá durante las próximas semanas en las dificultades de la ampliación al este de la Unión Europea (UE), se opondrá al "cumplimiento ciego" de los criterios económicos de Maastricht si deben suponer, como parece,, más austeridad y más desempleo, y rechazará el "ultraliberalismo", el "capitalismo duro" y el "desmantelamiento del Estado". Para dar credibilidad y consistencia a su relativo viraje respecto a Maastricht, Jospin contará con el apoyo de Jacques Delors, padre de la actual UE y activo fundamental en unas elecciones que girarán en torno a Europa.
Flanco débil
Socialistas y comunistas se dedicarán también a martillear sobre el pobre balance del bienio Chirac-Juppé. La derecha tiene ahí un flanco débil: el paro y los impuestos han aumentado, los déficit no han sido corregidos y tanto el presidente como el primer ministro son impopulares entre los franceses. Para encarnar el "nuevo impulso" que busca Chirac, Juppé tendrá que colocar en primera línea a dos hombres a los que detesta cordialmente. Uno, el combativo balladurista Nicolas Sarkozy, que ha permanecido en el ostracismo durante los dos últimos anos y que encarnará ahora la reconciliación de los dos bandos gaullistas enfrentados en la pasada elección presidencial. El otro, Alain Madelin, efímero ministro de Finanzas del primer gobierno de Juppé, fulminantemente despedido tras calificar públicamente a los funcionarios de "privilegiados" y recuperado ahora para dar credibilidad al giro liberal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.