Adelgazar
A veces está uno en el mejor de los sitios posibles, por ejemplo, a la hora del aperitivo una mañana de primavera en la terraza del Rosati en la plaza del Popolo en Roma. O en el Sardine Club de Chicago frente a un Jack Daniels oyendo, un blues a medianoche. O en el Harri's Bar de París a la caída de la tarde sentado en el taburete de la barra frente a los guantes de boxeo que Hemingway se dejó allí colgados. O en uno de los salones del hotel Cathai de Shanghai por donde pasaron los mejores artistas atraídos por el opio. Llegas a cualquiera de esos lugares tan cargados de literatura y puedes creerte un personaje. Te aposentas en un rincón estratégico, pides una bebida apropiada, y sacas el bloc de notas. Uno espera siempre que la energía literaria concentrada en esos espacios te inspire un relato, un pensamiento o siquiera una frase de cierto nivel, pero no se te ocurre nada. Cuando paso por ciertos bares que otros escritores hicieron famosos sólo pienso cosas insustanciales. Un día en el café de Flore de París escribí en una servilleta: a partir de los 70 años para alcanzar la verdad hay que estar muy delgado. Me pareció una estupidez. En ese instante levanté la vista y vi sentado en un rincón a Alberto Moravia, seco como un sarmiento, con la pata chula muy tiesa bajo la mesa y las manos apoyadas en una garrota. A su lado estaba una adolescente recostada que lo acariciaba, lo besuqueaba mientras el escritor permanecía impasible con una mirada de vaquero puesta en la pared de enfrente. El que semejante espectáculo no fuera repulsivo sino incluso estético se debía a que aquel anciano de 80 años no tenía un gramo de grasa y se mostraba con la indiferencia de un leño. De todas las visitas a los cafés literarios de medio mundo ésta fue la única en que obtuve una enseñanza en vivo. En ese momento Moravia se levantó y apoyado en la garrota se alejó cojeando, despectivo, con la pequeña pantera colgada de su percha de huesos. Volví a leer la frase en la servilleta. A cierta edad el talento sólo consiste en estar delgado.
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