Estado descompuesto
LA DESCOMPOSICIÓN de un Estado es siempre trágica, violenta y peligrosa. Por eso, la situación en que se ha sumido Colombia en los últimos años no puede ni debe dejar indiferente a nadie. Este gran país latinoamericano, con enormes posibilidades y recursos y un muy considerable potencial humano, parece perder cada vez más los referentes del Estado de derecho y acomodarse en el caos.Es innegable que un factor capital de la situación por la que atraviesa Colombia está en la corrupción del Estado y la perversión de las relaciones sociales y políticas que provoca el poder del narcotráfico, que incentiva la producción de droga, pero también la demanda en los países desarrollados. La sangrienta espiral revela también la falta de voluntad o capacidad, o ambas cosas, por parte de la clase política para generar un consenso nacional imprescindible en la lucha contra una plaga que amenaza a la propia existencia del país. Desde luego, a este objetivo no contribuye el, encastillamiento en su cargo del presidente Samper, que no cuenta con crédito interno ni externo para encabezar lo que tiene que ser una amplia movilización contra el terrorismo, los escuadrones de la muerte, la guerrilla y el narcotráfico, la corrupción y la degeneración de la convivencia.. Uno de los indicios más alarmantes de la situación está en la proliferación de grupos paramilitares, apoyados por el Ejército, y responsables de centenares de muertes. Sus actuaciones y su impunidad no hacen sino restar legitimidad al Estado, acelerar la espiral de violencia y nutrir a los frentes guerrilleros de militantes y argumentos. Las cooperativas de seguridad, quizá sarcásticamente llamadas "Convivir", no son sino una nueva versión de los grupos paramilitares, a añadir a los ejércitos de narcotraficantes y ganaderos, bandas armadas, escuadrones más o menos incontrolados del Ejército y policía y diferentes guerrillas a menudo implicadas también en el negocio de la droga.
Todos tienen en común el desprecio al Estado de derecho. Si los políticos no demuestran con firmeza que no comparten tal desprecio, la democracia y el Estado seguirán esta carrera suicida que paga la sociedad entera. Los colombianos necesitan de la seguridad y del amparo de la ley.
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