El sentimiento de los mercados
Una de las consecuencias más inmediatas y favorables de la entrada en vigor del estatuto de autonomía del Banco de España es la generación del Informe sobre la inflación, en el que semestralmente el instituto emisor además de revisar en detalle los factores que condicionan la satisfacción del objetivo de estabilidad de precios, también lo hace con las circunstancias que dificultan la instrumentación de la política monetaria.En el último, conocido apenas unos días antes de que el Instituto Nacional de Estadística divulgara la favorable variación del índice de precios al consumo (IPC) en marzo, el Banco de España reconocía su favorable sorpresa sobre el comportamiento de la evolución de los precios: el objetivo genérico fijado para 1997 -mantener por debajo del 3% esa tasa interanual- no sólo se encontraba ampliamente satisfecho, sino que se ajustaba por primera vez a las exigencias de convergencia para el acceso a la fase final de la Unión Monetaria, principal determinante de la concesión de la autonomía al banco central en 1994.
De ese informe no se deducía, sin embargo, la proximidad de un nuevo recorte en el tipo decenal como el que se acaba de decidir. Siendo manifiesta la complacencia con la contención de la inflación, en ese informe se alertaba sobre algunos. factores de riesgo; los más relevantes de carácter externo y, entre ellos, el calificado como "sentimiento cambiante de los mercados".
No es frecuente en el lenguaje de los bancos centrales encontrar caracterizaciones tan alejadas de la determinación objetiva, pero indudablemente reflejan la dificultad para anticipar las reacciones que los operadores en los mercados de divisas y en los de bonos pueden generar en un contexto tan mediatizado por las variables y poco objetivables expectativas respecto al principal episodio que ahora condiciona las decisiones de esos operadores: la transición a la Unión Monetaria de Europa.
Sobre esa base, evitar una excesiva fluctuación del tipo de cambio de la peseta ha pasado a constituir una muy importante prioridad, tal como se admite explícitamente en el informe comentado y se ilustra prácticamente en la evolución reciente del correspondiente frente al marco alemán.
Ese empeño del Banco de España parece ajustarse a la más restrictiva de las interpretaciones del correspondiente criterio de convergencia en términos de estabilidad cambiaria, procurando, mediante frecuentes intervenciones en los mercados de divisas, que éstos no fijen un precio muy distante de las 85 pesetas por marco en que prácticamente se sitúa el tipo de cambio central en el mecanismo de cambios del Sistema Monetario Europeo (SME). El margen de fluctuación del 15%, formalmente disponible desde agosto de 1993, parece haber quedado relegado para situaciones de verdadera emergencia.
Una evidencia tal tiene una gran significación para esos ciclotímicos operadores financieros. Para que su estado de animo no se vea perturbado no sólo es necesario garantizar durante los próximos meses registros inflacionistas como los que presume la orientación de la política monetaria, sino que éstos se vean acompañados de un comportamiento cuando menos tan convergente en las otras condiciones de acceso a la Unión Monetaria, las relativas al saneamiento de las finanzas públicas, y en la no menos importante capacidad política para hacer valer ante los principales socios de la Unión Europea esos esfuerzos en la decisión de selección de los integrantes en el área euro en primera convocatoria.
En su defecto, la vulnerabilidad de la economía española a ese cambiante sentimiento de los mercados financieros sobre el que nos advertía el Banco de España será, efectivamente, de las más acusadas de Europa, y con ella la duración de esta senda de relajación monetaria.
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