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FERIA DE ABRIL

Los peores ganaderos de la historia

De Creta acá, la historia del toro y de la fiesta no ha conocido peores ganaderos. Los toros que crían los actuales ganaderos que llaman de bravo son más malos que la carne de pescuezo.No todos los ganaderos llamados de bravo entran en la moción. En realidad, ni siquiera la mayoría. Los mal llamados ganaderos de bravo criadores de toros más malos que la carne de pescuezo son unos cuantos, apenas un par de docenas, entre mil que se dedican a la misma actividad.

El estado de la cuestión tiene este perfil: cerca de mil ganaderos se dedican a criar el toro bravo, o eso intentan, y les sale o no, si no les sale corrigen el encaste y vuelta a empezar, invierten en la empresa un dinero bueno que rentabilizan rara vez; y, mientras tanto, un par de docenas de colegas traen al mundo toros más malos que la carne de pescuezo, los sueltan en las plazas, aburren de muerte al personal y cobran por eso una millonada.

Ruiz / Muñoz, Cordobés, Puerto

Cuatro toros de Juan Antonio Ruiz (cinco rechazaron en el reconocimiento), mal presentados, flojos, descastados; 3º y 6º sin trapío, éste devuelto por inválido. Dos de Gavira (en el reconocimiento rechazaron dos), 4º, sin trapío, manso; 5º con él, manejable. Sobreros de Carmen Borrero, sin trapío: primero devuelto por inválido segundo inválido y morucho.Emilio Muñoz: estocada corta descaradamente baja y rueda de peones (algunas palmas y pitos); estocada corta (aplausos y saludos). El Cordobés: estocada trasera ladeada (aplausos y saludos); pinchazo, estocada ladeada, rueda de peones y descabello (ovación y salida al ercio). Víctor Puerto: estocada corta perpendicular caída y rueda de peones (silencio); pinchazo perdiendo la muleta y media atravesada (silencio). Plaza de la Maestranza, 15 de abril. 10ª corrida de feria. Cerca del lleno.

Y, por el mismo precio, mandan en la fiesta. Mandan hasta el punto de que pueden declarar huelga total en virtud de unas reivindicaciones ilegítimas que sólo a ellos benefician; van por la vida de señoritos, se manejan bien por las altas esferas y, donde no, se valen de un equipillo que presume de influencias y de poder, se gozan con los inciensos que les sahuma una caterva de cantamañanas, pisan fuerte, sacan pecho. Y, de resultas, les sale rodado un provechoso oligopollo.

No está mal. He aquí un pingüe negocio, exclusivo de la España cañí: criar toros más malos que la carne de pescuezo.

Si están de oferta, ayer tuvieron ocasión de presentar un completo muestrario de su producción seriada. Pertenecía a tres ganaderías distintas y sería difícilisimo determinar cuál alcanzó mayores niveles de moruchez.

Los llamados toros aparecían desmedrados, los pitones embastecidos, tundido el cuerpo, el andar sicalíptico. Los toros serían unos santos pero por las trazas parecían unos soberanos calaveras. Y luego hacían cosas graciosas. Cuál fingía que se despanzurraba, cuál se caía de culo, cuál pegaba la voltereta, cuál buscaba hierba.

Les decían de embestir (los toreros les decían de embestir) y se llamaban andana. Los toros de los ganaderos morucheros no habían sido criados para eso. Los toros de los ganaderos morucheros habían sido criados para demostrar que son más malos que la carne de pescuezo, y puestos a la tarea, todos de consumo mostraron un ejemplar pundonor.

Había aficionados en la plaza y se les llevaban los demonios. Los aficionados -gente enamorada de la fiesta, conocedora del toro de lidia, experta catadora de las artes del toreo, estudiosa del Cossío, especialista en reglamentos y órdenes comunicadas, recitadora impecable de Los mozos de Monleón- manifestaban su disgusto, decían que no hay derecho, amenazaban con no volver.

Los aficionados eran pocos, la verdad. En las corridas de feria los aficionados suelen ocupar una mínima parte del graderío en tanto llenan la mayor los que van a los toros para cumplir una obligación social, los curiosos, los turistas, un batallón de disciplinados japoneses. Y estos -la verdad sea dicha- o se habían dormido o se iban a dormir.

Sin trapío y descastados, debiluchos y con la resaca en el cuerpo, los toros de las tres ganaderías morucheras dieron la nota. Y los toreros no los podían torear. Hubo uno con mejor conformar, que hizo quinto, y a ése El Cordobés le ligó unos derechazos. Emilio Muñoz también se los pegó a otro, que salió cuarto, pero a duras penas. A los restantes, los meritados coletudos y Víctor Puerto les pretendían inútilmente parar, templar y mandar.

Misión cumplida: ninguno de los tres podrá exigirle nada al club chorra formado por los peores ganaderos que hayan existido desde Creta acá y por cuatro taurinos incompetentes, quienes, además, pretenden convencer a la aflición de que ésta, y no otra, es la fiesta verdadera. ¿No te tronchas, Pachi?

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