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La muerte de tres palestinos en Hebron corona el fracaso de Clinton para reavivar el proceso de paz

Balas de colonos y soldados judíos mataron ayer a tres palestinos en Hebrón y aceleraron dramáticamente la inexorable marcha de palestinos e israelíes hacia un conflicto mayor tras el fracaso del intento estadounidense para resucitar el proceso de paz en Oriente Próximo. Los enfrentamientos más feroces desde el estallido de la última crisis el mes pasado ocurrieron después de que uno de los 450 colonos extremistas judíos de Hebrón abatiera a un palestino con un disparo a quemarropa en el centro de la ciudad cisjordana a media mañana. Los registros del hospital palestino Alia contienen los nombres de 93 heridos. Casi la mitad de ellos fueron alcanzados por proyectiles por encima de la cintura.

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Dos de los cientos de jóvenes y niños palestinos que se lanzaron a las calles para apedrear durante cinco horas al Ejército israelí perecieron más tarde a raíz de heridas causadas por pelotas de goma. "Esto está a punto de estallar", declaró con tono sombrío Yusef Sharaui, el director del principal hospital palestino en Hebrón, al que horas antes había sido trasladado Assem Arafeh, un comerciante de 24 años. Arafeli cayó con el pecho destrozado tras un confuso incidente con dos estudiantes judíos de una de las yeshibas (escuelas religiosas judías) de Hebrón.Testigos palestinos dijeron que Arafeh fue abatido cuando los judíos se le acercaron provocadoramente y le preguntaron: "Y tú, ¿qué miras?". Cuando el joven de 23 años balbuceó algo, uno de los judíos extrajo del abrigo una diminuta pero devastadora subametralladora Uzi y le fulminó en el sitio. Portavoces de la policía israelí dijeron que los colonos "actuaron en defensa propia". "Un árabe les arrojó ácido en la cara", fue la justificación del líder de los colonos, Naom Arnón. Hasta el cierre de esta edición, las autoridades israelíes no aportaron pruebas a esa acusación.

"¡Asesinos, asesinos!", gritaban los chavales palestinos que lanzaban piedras desde los techos de los edificios de la calle Shalala contra una posición del Ejército israelí, donde bajo un toldo de cinc vomitaba sin soltar su ametralladora un joven militar judío.

En los rostros de los policías palestinos que trataban de contener a los manifestantes no había sino rabia contra Israel y simpatía por los rapaces enfurecidos. "Los colonos se escudan detrás de los soldados y disparan a matar", dijo un teniente palestino que dijo llamarse Ahmad. "Ellos tienen los fusiles y la bendición de EE UU", agregó, lanzando un escupitajo sobre el pavimento cubierto de piedras, cartuchos vacíos y granadas gastadas de gas lacrimógeno.

Síntomas inequívocos de que el último ciclo de violencia no está sino comenzando a adquirir una potencia de consecuencias ciertas brillan por doquier. El primer ministro derechista israelí, Benjamín Netanyahu, que regresó a Jerusalén tras una estéril reunión relámpago con el presidente estadounidense, Bill Clinton, en Washington, fue felicitado anoche por los halcones de Israel. El presidente palestino, Yasir Arafat, que retornó a Gaza después de un apasionado llamamiento en favor de urgente acción internacional contra Israel en la conferencia ministerial del Movimiento de Países No Alineados, celebrada en Nueva Delhi, declaró: "Estamos decepcionados con Israel. Netanyahu quiere ir a la guerra".

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