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Tribuna:ESPAÑA Y CENTROAMÉRICA
Tribuna
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Un compromiso renovado

El autor destaca como España y, por extensión, Europa, interlocutores privilegiados de esos países, están adaptando y reforzando sus compromisos con Centroamérica.

Finalizada la última conferencia ministerial celebrada entre la Unión Europea y Centroamérica en el marco del Diálogo de San José, uno de los cancilleres centroamericanos declaraba satisfecho que "1997 es el primer año en que tenemos una paz consolidada en todos los países centroamericanos". En términos igualmente positivos cabría referirse a la consolidación de la democracia en la región y a la recuperación del prestigio del ideal democrático frente a la dialéctica dictadura-revolución. En los últimos meses hemos presenciado acontecimientos de tanta trascendencia como la firma de la paz en Guatemala o el primer traspaso de poderes entre presidentes elegidos democráticamente en Nicaragua.Algo extraordinariamente positivo ha ocurrido para que se haya producido este vuelco en una región conocida hace apenas una década como el volcán centroamericano. A ello ha contribuido, sin duda, el fin de la guerra fría, pero también el apoyo firme y constante de la UE, cuya sensibilidad hacia la zona aumentó espectacularmente tras el ingreso de nuestro país. El factor determinante ha sido, no obstante, la decidida voluntad de los pueblos centroamericanos de vivir en paz y democracia.

La implantación de este afortunado binomio, por precaria e incompleta que algunos puedan considerarla, permite hoy a Centroamérica encarar nuevos desafíos, menos dramáticos que los anteriores y mucho más estimulantes: a escala regional se retoma el viejo sueño de la integración y, en el plano interno, cada país aborda la consolidación de sus sistemas representativos, tarea que se resume en el objetivo de la gobernabilidad democrática.

El interés de España en el éxito de la integración no es indirecto ni está destinado a ser pasto de la retórica. Una Centroamérica integrada, democrática y, por tanto, estable vería su identidad fuertemente potenciada en todos los aspectos, facilitando así nuestro diálogo político, nuestra presencia cultural (no olvidemos que la cultura constituye nuestra ventaja comparativa en el mundo, precisamente por la existencia de áreas hispanas como América Central), la creación de un mercado más amplio que los actualmente existentes y el establecimiento de estrategias regionales por parte de las empresas españolas que pretendieran instalarse en el istmo.

En consecuencia, España apoya activamente este proceso, participando en el proyecto de interconexión eléctrica centroamericana, asesorando a la Secretaría Permanente de las Cumbres Presidenciales y estrechando vínculos con el Parlamento Centroamericano (Parlacen), institución abocada a un impulso renovador que contempla un mayor protagonismo en el campo de la integración.

Es en el ámbito de la gobernabilidad donde España está centrando sus mayores esfuerzos de cooperación, colaborando intensamente con los distintos poderes de los Estados centroamericanos para modernizarlos y, en definitiva, para fortalecer la propia idea de Estado en cada uno de estos países. Quizá la aportación más visible de España hasta la fecha, en la estela de prestigio dejada por nuestras Fuerzas Armadas en las operaciones de paz en la zona, se esté produciendo en el campo de la seguridad ciudadana y de la lucha contra la impunidad: en mayor o menor medida todos estos países han requerido a la Guardia Civil y a la Policía Nacional para que contribuyan a conformar unas fuerzas de orden público democráticas que son percibidas como una de las piedras angulares de la gobernabilidad.

Una visión desde España en torno a Centroamérica, por somera que sea, quedaría incompleta sin tener en cuenta la perspectiva europea. Además de ser la región del mundo que mayor cooperación per cápita recibe de Europa, Centroamérica ha sido también objeto de una atención política preferente por parte de la Unión. En la pasada década, Europa comprendió la complejidad de la situación centroamericana y, desde un enfoque global, emprendió un diálogo político y económico, el Diálogo de San José, que contribuyó en gran medida a la pacificación de la región.

El año pasado en Florencia, la Unión Europea y Centroamérica, conscientes de los cambios producidos en la región, acordaron acometer la renovación del Diálogo de San José, centrándolo en tres ejes prioritarios de cooperación: la consolidación del Estado de derecho y de las instituciones democráticas, la profundización de las políticas sociales y la inserción de Centroamérica en la economía mundial. En cuanto a este último aspecto, y anticipándose al próximo debate en torno a Lomé, las autoridades españolas se han mostrado decididamente partidarias de respaldar una eventual petición de acceso por parte de los países centroamericanos al mecanismo ACP.

En la puesta en práctica de eso ejes de cooperación, la Unión Europea concederá especial relevancia al respaldo a la integración regional y, en particular, al concepto de "regionalismo abierto". Completando la acción europea, la Delegación del Parlamento Europeo para Centroamérica, presidida por un eurodiputado español, asegura una fluida interlocución con el Parlacen.

Paz y democracia, integración y gobernabilidad, se han revelado como los más eficaces extintores de la crisis centroamericana. España y Europa, interlocutores privilegiados de esos países, adaptan y refuerzan sus compromisos con la región. Tratan, en definitiva, de ayudar a los pueblos de Centroamérica a vivir en armonía y libertad junto a los más hermosos volcanes de la Tierra.

Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga es director general de Política Exterior para Iberoamérica.

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