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Los Quince, totalmente divididos sobre el nuevo formato de la Comisión

Xavier Vidal-Folch

Del cónclave de ministros de Exteriores de la Unión Europea (UE) no salió ayer humo blanco. Los Quince mostraron un abismo sobre la composición de la futura Comisión Europea, que se quiere más reducida y eficaz en el Tratado de Maastricht reformado. Los países pequeños se resisten a perder su comisario. Los grandes se avienen a ceder uno de los dos que mantienen.

La flagrante división es algo normal, porque sólo ayer empezó a abordarse a nivel ministerial en la conferencia Intergubernamental (CIG) que tiene encomendada la reforma de Maastricht el capítulo institucional de la reforma, "crucial", según enfatizó el ministro francés de Exteriores, Hervé de Charette. De Charette postuló que el nuevo Ejecutivo comunitario se componga de un número muy reducido de comisarios, en tomo a la decena, para hacerlo más eficaz. Y para reforzar su impronta supranacional e independiente garantizó su disposición a renunciar a los dos comisarios de origen francés. Con matices, le siguieron los otros países grandes (Alemania, Reino Unido, Italia y España) que también cuentan con representación doble en el Ejecutivo, escrito en cursiva porque los miembros del colegio no representan formalmente a los Estados.Pero los matices fueron de brocha gorda. El alemán Klaus Kinkel aplaudió un formato reducido, pero reputó de "inconcebible" que el país más poblado no tuviera siquiera a un nacional en ella.

Ramón de Miguel, secretario de Estado para Política Exterior y la UE, dejó claro que "España no firmará un tratado que no contenga una solución satisfactoria, de equilibrio institucional. Y ello tanto para la Comisión como para el Consejo, que en la perspectiva de la ampliación debe dar más peso en votos a los países más poblados (hoy, Luxemburgo dispone de un voto por 200.000 ciudadanos, mientras a Alemania el mismo voto le cuesta ocho millones, y a España, cinco).

Alineado con De Charette y Kinkel en pro de una Comisión reducida, De Miguel fue tajante defendiendo que los países grandes deben tener un comisario, mientras los menos poblados deberían acceder al colegio comisarial por rotación. Como modelo suavizante volvió a proponer la fórmula Matutes, que el ministro español de Exteriores sugirió en Roma el pasado 25 de marzo: comisarios adjuntos con voz pero sin voto para todos.

Pero los pequeños se negaron por voz del luxemburgués Jacques Poos. Ninguno quiere renunciar al principio de "un comisario por país". Al final, De Charette se disfrazó de cangrejo: si Alemania no renuncia a sus dos comisarios y los demás no quieren reducir un Ejecutivo que se convertirá en inmanejable, Francia jamás renunciará a sus dos puestos.

La desavenencia inicial es completa, pero "no es dramática", según los diplomáticos españoles, porque se dilucidará al final de la CIG (prevista para la cumbre de Amsterdam, en junio). Para acelerarla, la presidencia holandesa buscaba ya fechas para una cumbre especial previa a la de Amsterdam, a finales de mayo.

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