El Betis se llena de resaca
El Racing empató a dos minutos del final con un gol de Alberto
Dos goles de Alberto resumen este partido jugado contra natura. Un delantero que casi siempre marca en Sevilla, sobre todo al otro equipo de la ciudad. Dos goles en la misma portería de Gol Sur, uno a cada equipo: un autogol en los primeros compases del partido tras un córner de Jarni -hasta los rivales gustan de aprovechar los servicios del croata- y un gol a Prats en los compases finales del partido. Era la redención de Alberto, que de paso frenaba las aspiraciones de un Betis acuciado por la euforia copera que se adelantaba en dos semanas al lunes de resaca que es siempre el colofón de la feria de Abril.El Betis no supo rematar el paso de gigante que había dado en Vigo. Lorenzo Serra ya había advertido contra los riesgos de la euforia mal digerida. Ya estaba Jarni en el equipo, con lo cual desaparecía una de las excusas favoritas. En fútbol hay dos tipos de atenuantes: el primero, que queda mucha Liga; el segundo, que se lleva mucha Liga. Prueba inequívoca de que los atenuantes no son sino agravantes camuflados.El partido empezó con timbales de fiesta. El autogol de Alberto hacía presagiar una goleada. El Betis había puesto su lista de bodas para el viaje de junio a Madrid y el delantero santanderino les regaló ese gol. El equipo de Marcos se recompuso enseguida al efecto psicológico de un gol tan madrugador; se situó mejor, tenía más tiempo el balón, le daba más trabajo a Prats que el que los béticos le daban a Marcos, pero de nada le servía esta ventaja. El Betis, en uno de sus peores partidos de la temporada, hacía lo que ha hecho en otros partidos jugando mal: marcar un gol. El Racing hacía el gasto; el Betis hacía el resto. Y Alfonso conseguía por una generosidad de Bjeliça su vigésimo tercer gol en la Liga.
Dos goles de ventaja podían ser letales para cualquier remontada. Se sucedían las lagunas técnicas en el equipo verdiblanco; Merino y Roberto Ríos, primorosos en la primera mitad del campeonato, se prodigaban en cesiones al portero; no había claridad en el centro del campo. Arpón, cedido al Racing pero perteneciente al Betis, se adueñaba de la banda izquierda, en la que daba toda una lección de finura y de inteligencia balompédica. Por algo tiene en el banquillo a Zalazar y Petkovic.
La endeblez mental de los verdiblancos tuvo como consecuencia el gol de Merino que acortaba distancias a un minuto del descanso. Un gol que era producto de una serie de desacertos correlativos en las diferntes líneas del Betis. Terminaba la primera parte pero emçezaba otro partido.
La segunda parte tuvo idénticos ingredientes balón era santanderino, las acometidas, béticas.
Marcos dio un respiro a su gente y realizó una inversión en ideas con la entrada del uruguayo Zalazar, el Jarni del Sardinero. Las ideas béticas se habían ido de vacaciones. Y Serra Ferrer ponía tres delanteros en el equipo -entraron Sabas y Kowalczyk- para defender la pírrica ventaja. El Betis estaba fuera del campo. El Racing superaba en todos los terrenos a los verdiblancos. El gol del empate no fue el escorzo de un equipo que busca alguna renta a la desesperada. Fue la consecuencia casi científica de un planteamiento valiente.
Ni siquiera le sirvió al Betis el empuje de los minutos finales, esos momentos postreros en los que tantos partidos ha resuelto. Marcos, el entrenador rival, se apropió de la fórmula y consiguió que su equipo marcara en los últimos minutos de una y otra parte. Se llevó el punto y la patente.
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