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Tribuna
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De negreros y tratantes

Dicen los reporteros que, si prosperan las maniobras de espías, topos y agentes dobles infiltrados en el vestuario, al final de la temporada podremos ver a Ronaldo en el Madrid, a Raúl y Alfonso en el Barcelona, a Oli en el Atlético de Madrid, a Cholo Simeone en Italia, a Suker y Mijatovic en Inglaterra, a Julen Guerrero en los suspensorios del presidente Arrate, al fornido Ríos cargando con Lopera hasta la ermita del Rocío, y a Rivaldo en el limbo. De confirmarse. este pasteleo, los hinchas tendrán dos posibilidades si quieren saber quién es el amigo y quién el enemigo: utilizar reglas nemotécnicas para recordar los cambios o ir al fútbol con el cuaderno de claves.Conviene señalar que, en el corazón de los aficionados, el fervor es la suma de dos valores complementarios: uno, incondicional, se identifica con el nombre de su club favorito; otro, circunstancial, aunque igualmente profundo, está unido al nombre de sus jugadores preferidos. Así, tan colchonera es la memoria del viejo Atlético de Madrid como la de Ben Barek; tan merengue la del Madrid de oro como la de Alfredo Di Stéfano; tan bilbaína la del mejor Athletic como la de Telmo Zarra, y tan culé la del primer Barca de Joan Manuel Serrat como la de Basora, César, Kubala, Moreno y Manchón.

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Quede dicho que la movilidad siempre animó el mundillo del fútbol; que la ley Bosman es un timbre de progreso, y que han sido felizmente superados el derecho de pernada, el derecho de retención y aquella figura presidencial del padre-patrón que administraba graciosamente el destino de sus futbolistas como si fuese la bolsa del tabaco. Pero también es justo decir que con la figura del representante legal, irreprochable en sí misma, ha llegado al fútbol una cuadrilla de filibusteros decidida a agitar el mercado por su propio interés comercial. Es un hecho que, junto a asesores honrados, gente capaz de hacer compatible el rendimiento económico con la normalidad vital de su clientela, en la cofradía de los intermediarios se ha alistado un sinfín de mangantes obsesionados por la idea de impedir a toda costa que los jugadores estabilicen sus vidas profesional y personal. Bajo el principio jugador que no se mueve / dinero que no corre están dispuestos a urdir o fabular continuos intentos de fichaje, a cambio de comisiones clandestinas y porcentajes de vértigo.

Alguien deberá sacarles tarjeta amarilla. Decirles que, con la excusa de mejorar sus cuentas, suelen causar un grave perjuicio moral a, sus pupilos. Y, por supuesto, que a la hinchada comienzan a hinchársele las meninges.

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