La nostalgia marca el recuerdo de Aranguren
Conferencias y monográficos para un sobrio aniversario de la muerte del profesor
Esta tarde, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, arranca la conmemoración del primer aniversario de la muerte del profesor José Luis López Aranguren (Avila, 1909-Madrid, 1996). Aunque hasta el día 17 no se cumple la fecha exacta, posiblemente esa pequeña imprecisión habría dejado conforme a este gran inconformista, enemigo de los fastos gratuitos. Por eso, también estaría posiblemente de acuerdo con la sobriedad del homenaje que se le dedica: un número monográfico de 330 páginas en la revista filosófica Isegoría, y las VI Conferencias Aranguren.
A estos dos homenajes principales -hoy, a las 19.00, el profesor Pedro Cerezo pronuncia la primera de sus tres conferencias de un ciclo que versará sobre los tres grandes maestros de Aranguren: Unamuno, Ortega y Zubiri- hay que sumar los de las publicaciones Télos -Universidad de Santiago-, Contrastes -Málaga- y Disenso -revista canaria de análisis y opinión-. Y junto a eso, dos cosas más: el absoluto olvido institucional -caracterizado en la falta de apoyo a la publicación de las Obras completas de la Editorial Trotta, ya consumada-, y la nostalgia, el respeto, la conciencia de vacío que expresan diversas gentes de la cultura al hablar de su falta."Cronista moral de nuestro tiempo y maestro de la insumisión", para Javier Muguerza, según Reyes Mate la importancia de Aranguren reside, "en su talante, su sensibilidad, su agudeza, su actitud crítica y su manera entre - orteguiana y sartreana de abordar filosóficamente los problemas". Y si Carmen Alborch lo recuerda como una "persona excepcional, suma de inteligencia, compromiso, brillantez y sabiduría; punto de referencia imprescindible para tantas personas", su amigo Laín Entralgo lo ve como "inconformista, lúdico, mordaz y bondadoso".
Retratos ambivalentes
¿Pero es que Aranguren sigue siendo, después de su muerte, el intelectual español más querido? En Albert Boadella suscita ambivalencias: "Me gustó poco la coba que le dio al principio al nacionalismo catalán, pero eso es más bien una obsesión mía, un contencioso personal. Era difícil que él entendiera, porque no era víctima de ello, el agobio, el empequeñecimiento de las ideas que supone el nacionalismo". Por otro lado, el director de Els Joglars dice admirar al Aranguren que "en los años sesenta se enfrentó, con la fuerza de la inteligencia y de la razón, y no sólo con el grito y las carreras ante los grises, al poder establecido. Eso le merece todo mi respeto". Y termina: "Da la sensación de que ya no hay cabezas como la suya. Ahora todo es inmediatez, y los intelectuales parecen periodistas. El era un pensador a la griega".Esta última idea se desprende de la lectura de Isegoría, revista editada por el Instituto de Filosofia y dirigida por Javier Muguerza, discípulo natural del profesor, que ha reunido a un grupo de amigos y estudiosos de las distintas cuestiones sobre las que reflexionó y escribió Aranguren. El número refleja, desde una pluralidad de visiones más críticas que hagiográficas, las múltiples caras del autor de Catolicismo y protestantismo.
Incluye aproximaciones teóricas a su obra, testimonios, semblanzas personales, una amplia bibliografía a cargo del coordinador de las Obras Completas, Feliciano Blázquez, y una larga conversación, ya publicada, con el propio Muguerza un par de años antes de su muerte.
En ella, Aranguren repasa su vida y su obra con ironía, un punto de vanidad intelectual y coquetería, desde el día de su nacimiento hasta los "puntos suspensivos" con los que el antiguo alumno de los jesuitas expresa su no saber acerca de lo que podría esperarle en la otra orilla.
Lo devuelve a la vida su expresiva amiga Amelia Valcárcel en uno de los perfiles más certeros, divertidos y emocionantes. Entresacando, dice así: "Era feo hasta decir basta, pero resultón. Le gustaba mucho que le quisieran y ser querido. No comía prácticamente nada. Estaba dotado de lo que podríamos llamar una misoginia galante. En su trato era muelle, aunque reservado. Era un consentidor asombroso, primer firmante de todos los manifiestos, tanto que llegaba a entrar la duda de si no lo hacía por una especie de coquetería".
Y más: "Era difícil de cabrear en la relación amistosa y cortés, pero insistiendo, se lograba descubrir un Aranguren que tenía enfados estupendos". En uno de ellos, en Coruña, a la vuelta de una excursión marina y con otra amiga, Magdalena Mora, por testigo, se puso "verdaderamente colérico", y soltó que "el mayor filósofo del siglo XX era Heidegger", que "Wittgenstein era un tartamudo filosófico", y "Kierkegaard, una especie de teólogo que no llegaba a filósofó". Valcárcel narra también los días del final . Entonces ya no se cabreaba. Cuando lo provocó con bromas de filósofos el día de la entrega del Premio Príncipe de Asturias, le tomó las manos y le dijo: "Todo eso es la teoría, pero lo importante es la vida".
Su ayudante Eusebio Fernández habla del profesor "afectuoso y benevolente". Amando de Miguel lo llama "gran actor", "pesimista metódico", intelectual muy consciente de su propia definición: "Es intelectual el que, ante todo, sabe escuchar lo que no se ha dicho, oír lo que se siente, y por ello, y tras ello, puede pronunciar la palabra que muchos buscaban sin acabar de encontrarla".
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