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LAS VENTAS

Hay bravura

Hay casta y hay bravura en las ganaderías; lo que pasa es que no las dejan ver. No las dejan ver los propios profesionales de la fiesta. La casta y la bravura no interesan. Salta a la arena un toro de casta brava, y para el gato.Y, sin embargo, el toro de casta brava es el que da importancia al espectáculo, según pudo apreciarse en esta corrida del Domingo de Resurrección. No es que fueran toros excepcionales pero su forma de embestir, su viveza, su codicia recreciéndose al castigo son síntomas inequívocos de bravura.

Los lidiadores no contribuyeron a resaltarla, faltaría más. Los lidiadores modernos son una pena. Los lidiadores modernos se duda incluso que tengan sentido lidiador. Menos que nadie, los picadores.

Criado / Esplá, Caballero, Sánchez

Toros de Criado Holgado (6º devuelto por inválido), bien presentados, flojos excepto 5º (derribó), bravos en general. Sobreros de Conde de Mayalde, con trapío, comalones: primero devuelto por inválido, segundo flojo, encastado. Luis Francisco Esplá: estocada atravesada y dos descabellos (silencio); dos pinchazos, media tendida atravesadísima y descabello (pitos). Manuel Caballero: media tendida perdiendo la muleta y seis descabellos (silencio); estocada (oreja con minoritaria petición y algunas protestas). José Ignacio Sánchez: estocada trasera ladeada (silencio); estocada muy trasera ladeada (escasa petición y vuelta). Plaza de Las Ventas, 30 de marzo. Dos tercios de entrada.

Los picadores salían a zurrarles la badana a los toros, igual que siempre. Es decir, que perpetraban el puyazo dando vueltas alrededor del toro y así no hay manera de saber hasta qué punto un toro embiste a impulsos de su bravura o se trata de un bravucón cuya huida impide el energúmeno aquel, armado y echado encima con caballo y todo.

Muchos. taurinos aseguran que la prueba del caballo carece de interés y ni siquiera vale para calibrar la bravura. La fiesta ha caído en manos de la incompetencia y la picaresca, y la han sumido en un caos donde la razón no puede tener asiento. El mismo concepto de la lidia anda tergiversado. Aficionados madrileños reclaman la restitución de su orden lógico, que los picadores vuelvan a salir por la puerta de cuadrillas (desde hace unos años salen por la puerta grande, ya ves), que los diestros lanceen ganando terreno, que la suerte de varas se realice sin solución de continuidad, y alegan los taurinos que esas exigencias obedecen a un mero capricho de perder tiempo. Le digo a usted...

Aquello de ganar terreno a los toros es esencial en el toreo. El toreo presupone cargar la suerte y como resultado se le gana terreno al toro. Así lo hizo José Ignacio Sánchez en el sexto -segundo sobrero- con técnica, con valor y toreando al natural.

José Ignacio Sánchez se había mostrado pusilánime en su toro anterior y en cambio al salir el sexto pareció que le habían transfundido casta de torero antiguo. Instrumentó verónicas, media la dio de rodillas, ciñó por gaoneras el paso de la temible encomadura vuelta y astifina, muleteó de principios mediante extraordinarios ayudados ganando terreno -¿ganar terreno, se dijo?- y nada más concluir, ya se había echado la muleta a la izquierda, ya estaba ligando los naturales y abrochándolos con estupendos cambios de mano, trincherillas, pases de pecho.

Manuel Caballero tuvo asimismo dos tiempos opuestos: desangelado en un toro, centrado en otro, al que mató certero. Toro bravo de trapío y poder el quinto, llevaba la emoción en sus embestidas y Caballero lo toreó bien aunque fuera-cacho, embarcando en líneas paralelas, sin obligar ni ceñir. Toreo moderno se llama esa figura.

Luis Francisco Esplá, que no puso banderillas, muleteó decoroso a un inválido, a otro con genio le aguantó una colada y, tras probar su áspera embestida por ambos pitones, lo aliñó.

El toro de casta también trae problemas. Dominar al toro de casta brava requiere conocimiento de las reglas del arte, valentía para aplicarlas. Y de eso únicamente es capaz un torero cabal. O sea, de lo que ya casi no queda.

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