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Reportaje:EXCURSIONES: PINARES DE SAN RAFAEL

Cerca de ángeles y fantasmas

Un garbeo por los bosques de pino albar de esta vieja colonia serrana, consagrada al patrón de los caminos

En 1784, cinco lustros después de inaugurarse la carretera del Alto del León, surgía en la bajada del puerto, a 1.250 metros de altitud y tres cuartos de legua de El Espinar, una casa de postas que, andando el tiempo, sería germen de la más próspera colonia veraniega en la vertiente segoviana de la sierra. Su nombre está escrito, para quienes saben leer, en los montes de levante y mediodía, pues sus letras las forman los trazos curvilíneos de la carretera de La Coruña, la línea férrea Villalba-Segovia, las cañadas reales Leonesa Oriental y Soriana Occidental, los senderos de gran recorrido GR-10 y GR-88, y docenas de pistas, trochas, veredas y cordeles. Su nombre no puede ser otro que el de San Rafael, protector de los caminos.Hoy, que los viejos oficios camineros andan tan en desgracia como pavo por pascuas, bueno será que el excursionista se acerque a San Rafael y, encomendándose al arcángel, repase alguna de las rutas pedestres que dieron nombre y renombre al lugar mucho antes de que el demonio sedente del progreso inventara el automóvil. Así, por ejemplo, el sendero de gran recorrido GR-88, coincidente en la mayor parte de sus tramos con los sabios derroteros de la trashumancia, le habrá de llevar desde San Rafael hasta el collado del Hornillo, donde aún resuenan, si se escucha con el corazón, los balidos y las esquilas de las pacíficas huestes de la Mesta.

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Junto a las primeras casas de San Rafael, a mano izquierda según se baja del puerto de Guadarrama, nace una carreterilla que se dirige a El Espinar y que, al cabo de un kilómetro, después de dos amplias curvas, rebasa una finca con robusta cerca de piedra, momento en que el excursionista deberá apearse -si es que tiene de dónde hacerlo- para echarse a andar por la pista de tierra que bordea la tapia. Franjas de pintura roja y blanca -señal convenida para los senderos de gran recorrido- guiarán al caminante mientras remonta el arroyo de Mayo hasta sus fuentes originales, un gozoso paseo de cuatro kilómetros bajo el estratosférico dosel de los pinos silvestres, donde el pico picapinos carpintea a sus anchas y a sus altas.

En el collado del Hornillo, un prosaico cartelón informa a los conductores -pues por aquí pasa la carretera que va del puerto de Guadarrama a Peguerinos- de que están transitando por la Cañada Real Leonesa Oriental, y realmente hace falta tener un cerebro con barras de protección lateral para sustraerse al impacto visual y auditivo del tráfico e imaginarse cómo sería esta bonita pradera en las largas jornadas sin asfalto de la trashumancia, cuando rebaños de más de mil ovejas eran conducidos en formación de cruz a pasar el verano en la montaña y el invierno. en Extremadura o similar.

El cinco era, al parecer, el número mágico. Cinco eran los hombres que, asistidos por cinco mastines, sendereaban el ganado: el mansero en cabeza, dos ataxeros en los flancos, y el mayoral con el zagal a la cola. Cinco, los castrados que guiaban a la grey con el tañido de sus enormes cencerros: tan grandes, que no podían pastar, debiendo ser alimentados con mendrugos sobre la marcha. Y cinco, los mandamientos del pastor: andar el campo, comer pan y tocino, no maridar, dormir en el suelo y morir con el traje puesto.

El paraíso prometido por san Rafael a los buenos caminantes -y, en primer lugar, a los pastores- no está ciertamente en el collado del Hornillo, por donde ahora trashuman (y ahúman) muy otros borregos. De estar en algún lado, se halla trepando un kilómetro más hacia el sur, en el cerro de La Salamanca. Aquí, en los confines de Segovia, Avila y Madrid, a 1.789 metros de altura, el panorama sí es divino: al norte, la Mujer Muerta; al sur, el Valle de los Caídos; al oeste, la sierra de Malagón y los Pinares Llanos.

Curiosamente, no es raro encontrar entre las rocas cimeras casquillos con fecha de 1936 en el culote, lo cual debe hacer pensar al excursionista en el corto trecho que media entre el cielo y el infierno.

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