¿Gobierno o facción?
Desde finales del siglo XVIII sabemos por Edmund Burke que lo que distingue a un partido de una facción es que el primero es portador de un programa general de gobierno en tanto que la segunda no pretende más que usufructuar el poder en su propio beneficio. El gobierno faccioso, concluía Burke, es la forma específica de corrupción del Estado representativo.No está claro si el PP antes del 3-M de 1996 era un partido o una facción; es decir, si tenía un proyecto general de gobierno o simplemente quería llegar al poder como fuera. Pero de lo que hay cada vez menos dudas es de que, tras la investidura de José María Aznar, el comportamiento del PP no ha sido el de un partido, sino el de una facción que utiliza el Gobierno de la nación en su propio beneficio de una manera que sólo se puede calificar de escandalosa.
El abuso del decreto-ley para "premiar a los buenos y castigar a los malos", la transformación de la Fiscalía General del Estado en fiscalía del Gobierno, la ruptura de la propia palabra para poner a un funcionario poco honorable al frente de RTVE, la utilización partidista de información de la Inspección de Hacienda para acusar al anterior Gobierno de conceder una "amnistía fiscal" encubierta a "sus amiguetes", la elevación del fútbol a interés general y la pretensión de regularlo mediante ley orgánica. El sectarismo de este Gobierno parecía que no tenía límites.
Y tras lo ocurrido el lunes santo en La Moncloa es claro que no los tiene. Según el barómetro de febrero del CIS, para el 54,8% de los ciudadanos el terrorismo de ETA y los secuestros es lo más preocupante de lo que ocurre en el país. No en el País Vasco, sino en el país. Lo siguiente que más preocupa es el brote de meningitis (7%) y la situación económica (5%). La plataforma digital y, por tanto, el fútbol, le preocupa al 0,9%.
Pues bien, con esa información a su disposición, el presidente del Gobierno recibe en La Moncloa al lehendakari vasco y al presidente del PNV para pactar el apoyo del nacionalismo vasco a su Gobierno durante el resto de la legislatura, aparcando como "zona de desacuerdo" la política antiterrorista y de pacificación del País Vasco.
¿En función de qué intereses ha cerrado esta negociación el presidente del Gobierno de la nación con el PNV? ¿En función de los intereses generales o en función de "sus" intereses particulares? ¿Es de interés general para los ciudadanos que los cinco parlamentarios del PNV apoyen a José María Aznar a cambio de la congelación del cupo sin comprometerse para nada en la política antiterrorista o ese pacto le interesa exclusivamente a José María Aznar pero es un pacto leonino para los ciudadanos españoles?Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Este Gobierno que no cesa de presumir de que sólo es portavoz de los intereses generales y que, con base en esta presunción, pretende "nacionalizar" el fútbol o advertir a los españoles que no viajen a Cuba porque un ciudadano ha tenido un problema de tráfico en la isla caribeña, no tiene empacho en pactar el apoyo del PNV para su permanencia en el poder, dejando de lado el problema más importante no del País Vasco, sino de la democracia española. País Vasco, señor presidente, somos todos. El Gobierno de la nación no tiene legitimidad para pactar con el PNV si no incluye en la negociación la política antiterrorista.
Por razones profesionales llevo estudiando desde hace más de 30 años cómo se gobiernan las democracias, y les aseguro que no es fácil encontrar un ejemplo de degeneración facciosa de un Gobierno como el protagonizado por José María Aznar este lunes santo. La sensación de vergüenza propia experimentada estos días resulta difícilmente soportable, ya que Aznar es (debería ser) el presidente del Gobierno de todos.
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