La muerte dulce
SI LOS setenta fueron el tiempo de la progresiva despenalización del aborto en la cultura occidental, esta parte de los noventa es la época en que se va planteando crecientemente la despenalización de la eutanasia para los enfermos terminales. La legislación de una región australiana pionera en la materia, la primera ley de este género en el mundo, un proyecto Heno de prudencia y cautela que había empezado a aplicarse nueve meses atrás, se ha visto ahora vetada por una decisión adoptada por exigua mayoría en el Parlamento nacional.El voto de los parlamentarios, expresado en conciencia, poco tiene que ver con una opinión, pública claramente decantada, con un 75% de australianos según las encuestas a, favor de la eutanasia para los enfermos terminales. La ley del Territorio del Norte (Darwin Norte) marcaba condiciones restrictivas muy específicas: el paciente tiene que tener mayoría de edad, padecer intensos sufrimientos y estar certificado como enfermo terminal, tener plenas facultades mentales, y verse ayudado por dos médicos cualificados. En estos meses ha funcionado sin crear problemas en los Cuatro casos que se han acogido a esta ley. A pesar del veto parlamentario, los australianos no renuncian a lo que empiezan a considerar como un derecho de la persona: el Estado de Victoria prepara la introducción de una legislación similar y quiere defenderse frente a lo que consideran una intromisión del Parlamento central.
Éste es un debate de creciente intensidad en muchos países. En Estados Unidos es esperada en el curso de este año la sentencia del Tribunal Supremo sobre dos casos de suicidios asistidos, mientras que se ha recurrido la decisión de un tribunal federal de declarar inconstitucional una ley sobre eutanasia aprobada por referéndum en 1994 en el Estado de Oregón.
Otro país pionero es Holanda, cuyos ministros irán hoy a explicar la regulación de esta materia al papa Juan Pablo II. Pero, a diferencia del caso de la región australiana, Holanda aborda la cuestión desde una cierta hipocresía -que, sin embargo, ha permitido avances-, pues la eutanasia de enfermos terminales no está legalizada, ni tampoco penalizada, sino regulada por algunas exigencias dictadas por el Ministerio de Justicia: que el paciente lo solicite repetidamente, que se encuentre en fase terminal, y que el médico recabe la opinión de otro colega. Ayer mismo, un médico fue condenado por no respetar esta reglamentación.
En Holanda, como en otros países del mundo, la demanda de una muerte dulce para enfermos terminales ha crecido espectacularmente en los últimos años. Allí, las muertes de esta clase se han incrementado en un 23% desde hace algo más de un lustro. Pero la eutanasia, aunque despenalizada bajo ciertos supuestos, sigue considerada un delito en todo el mundo. En España está tipificada en el artículo 143 del nuevo Código Penal y el castigo para quien la practique puede representar hasta tres años de cárcel.
No ha de pasar mucho tiempo para que, bajo determinadas condiciones, la eutanasia sea aceptada como un derecho ' inalienable de las personas. Como indica un escrito conjunto de un grupo de seis importantes filósofos estadounidenses, entre los derechos de la persona debe incluirse el de "ejercer algún control sobre el momento y el modo de la muerte de uno mismo". Lo cual es aún más ineludible en el caso de los enfermos terminales, asediados por el dolor y la ruina moral y física, un estado de necesidad ante el que no se puede ser indiferente. Las reminiscencias morales y los tabúes que rodean a la muerte son, por el momento, el impedimento que mantiene bajo la calificación de delito lo que, desde otra mirada, es una sencilla oferta de piedad humana.
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