La ejecución de un cubano en Florida se convierte en una incineración
Tres descargas- de 2.000 voltios mataron a las 7.10 horas de ayer a Pedro Medina, un inmigrante cubano de 39 años acusado de asesinato. En plena ejecución en la silla eléctrica, la cabeza de Medina, cubierta con una máscara, comenzó a arder con llamas de casi 20 centímetros, azules y anaranjadas, de las que salía una nube de humo. "Fue brutal, terrible. Fue quemado vivo", según Michael Minerva, responsable del organismo que se ocupa de los condenados a muerte en Florida y testigo de la ejecución.
Lo accidentado de la operación no interrumpió la ejecución. Según Kerry Slack, portavoz del Departamento de Prisiones de Florida, hubo que ventilar la sala para eliminar el humo y el olor a carne quemada.El gobernador de Florida, Lawton Chiles, ha solicitado una investigación. Su. portavoz, April Herrle, señaló: "Es angustioso que ocurran cosas así". Las sillas eléctricas que se. usan en Florida fueron construidas en 1923. Un incidente parecido al de ayer, ocurrido en 1990, facilitó aplazamientos de condenas pendientes, pero la revisión del caso concluyó que el fuego se debía -a que la esponja empapapada en agua con sal que facilita el paso de la corriente eléctrica por la cabeza de la víctima era sintética. La esponja que ayer recubría la pieza que se ajustaba a la cabeza de Pedro Medina era natural.
Pedro Medina es el primer marielieto -nombre que se da los 125.000 cubanos que a lo largo de cinco meses de 1980 salieron de la isla por el puerto de Mariel rumbo a Estados Unidos- ejecutado en Florida. Fue detenido en 1983 acusado del asesinato de la profesora Dorothy James, vecina y amiga suya, cuandoconducía el Cadillac de la víctima. En el automóvil apareció el cuchillo utilizado. Aún así, Medina proclamó siempre su inocencia.
Sus abogados consiguieron aplazar la condena a muerte alegando esquizofrenia, pero :un grupo de psiquiatras dictaminó en diciembre que estaba sano y que fingía el desequilibrio mental. La hija de la profesora testificó a favor de Medina y el papa, Juan Pablo II pidió clemencia para el condenado, cuyas últimas palabras fueron: "Sigo siendo inocente".
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