Demanda sin freno
Con TelePizza, un valor que podría haber sido tan atípico para la Bolsa como Adolfo Domínguez, aunque no tuvo tanta demanda, el mercado funcionó bien. El valor registró una espectacular subida desde su salida a Bolsa, en noviembre pasado, y seguramente sirvió como ejemplo muy positivo para estimular la demanda de títulos de Adolfo Domínguez.Otros ejemplos recientes, como la última privatización de Telefónica, tampoco han ofrecido mayores problemas y, aunque tras una OPV es fácil encontrar inversores que quieren vender las acciones para ganar la diferencia entre el precio de colocación (habitualmente fijado con un descuento) y la primera cotización, el mercado nunca se ha resentido.
Quizá el problema reside en que la caída de las retribuciones en los instrumentos tradicionales de ahorro, libretones o depósitos bancarios, está impulsando a muchos españoles hacía la renta va riable.
Una prueba es que, de las últimas salidas a Bolsa, en la de Argentaria de marzo de 1996 se registró una demanda siete veces mayor que la oferta; en la de Repsol de febrero de 1996 hubo una demanda 7,7 veces mayor que la oferta; en la de Telefónica subió a 9,4 veces; en la de Sol Meliá de julio de 1996 se elevó a 23 veces y en TelePizza a 46 veces. Pero en la de Adolfo Domínguez se solicitaron 182 veces más acciones de las ofrecidas a los particulares.
"Una demanda superior al billón de pesetas es desorbitada, parece que se quiere convertir al pequeño inversor en un especulador, y ése no es su papel", afirma Enric Casany, presidente de la Asociación de Defensa del Accionista.
Un método para evitar un excesivo calentamiento de estas acciones, y que están- considerando proponer algunas sociedades de valores, es impedir la práctica de ir anunciando el volumen de demanda durante la OPV, "porque cuando es muy elevado, como en el caso de Adolfo Domínguez, se da a los inversores la imagen de que están tirando a pichón parado".
Muchos inversores, cuando ven que existe una demanda astronómica, pueden dejar de analizar la calidad de la acción. El que duda deja de dudar y la gente razonable, que quisiera invertir 500.000 pesetas, termina solicitando 10 millones. La demanda se infla artificialmente.
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