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Razones de una reforma

Joaquín Estefanía

Este año (en octubre) se cumplirán veinte de los Acuerdos de la Moncloa. El 25 de octubre de 1977 los firmaban Adolfo Suárez, Felipe González, Joan Raventós, Josep María Triginer, Manuel Fraga, Enrique Tierno , Juan Ajuriaguerra, Miquel Roca, Leopoldo Calvo Sotelo y Santiago Carrillo. Mucho ha llovido desde entonces y es oportuno comparar las coyunturas para recordar cuánto ha cambiado nuestro país en este periodo. El aniversario coincidirá, si no hay sorpresas, con la firma de un huevo pacto social, bajo la fórmula de una reforma laboral.El primer pacto social de la democracia fueron los Acuerdos de la Moncloa; pero entonces los firmantes no podían ser los sindicatos y la patronal, recién salidos de la clandestinidad, sino los partidos políticos, un poco más hechos. Ésta es una gran diferencia con la actualidad, en la que los agentes sociales han tenido el protagonismo, que habrá de ser avalado después por él Parlamento. La coyuntura refleja también la distancia: en 1977 la tendencia reflejaba un descenso en los beneficios de las empresas, aumento del déficit, de la inflación y del paro, y disminución del crecimiento. Escribe Fuentes Quintana: "¿Cómo legitimar un régimen y asentar una economía estable que toleraba una inflación que superaba los meses centrales de 1977 el 42%?". Al final de ese año, cuando el saneamiento había empezado a implantarse, la inflación se situó en el ¡26,4%! El paro, en cambio, era mucho menor; cuando EL PAÍS salió a la calle, en mayo de 1976, no llegaba al 5% de la población activa.

En febrero de 1997 el IPC ha sido negativo en un 0, 1 % y la tasa anual de inflación es el del 2,5%; España está rozando los criterios de convergencia de Europa. Por el contrario, la tasa de paro, medida por la Escuesta de la Población Activa, es del 21,78%, doblando la media europea. Si los desequilibrios macroeconómicos clásicos han disminuido hasta el punto de ser comparables a los de los países de nuestro entorno, el desempleo nos aleja de la Europa de la moneda única a la que aspiramos a pertenecer. Algún día se necesitarán más explicaciones que las estrictamente técnicas a este divergencia tan espectacular.

Si se desagrega el paro global y nos concentramos en el desempleo juvenil, la dualidad es aún mayor: los porcentajes se doblan, pero a un nivel mucho más alto. En España, el número de desempleados menores de 25 años supera el 40%: casi uno de cada dos jóvenes. La generación que vivirá la madurez de la Europa unida por el euro, entrará en el mismo dolorosamente fracturada.Una de las razones fundamentales de la reforma laboral que están. redactando ahora CC OO, UGT y la CEOE es la. de corregir este drama y, más allá, lograr que cuando nuestros jóvenes accedan al mercado de trabajo lo hagan en condiciones de estabilidad, para que formen parte del sistema y, puedan salir de una marginalidad obligada por el paro y la temporalidad. Es triste haber llegado a una situación en el que la utopía es conseguir lo obvio, lo mínimo.

Francia, un país en el que este problema también existe, -aunque sin la densidad que en España- tiene un presidente que, atenazado por una gran impopularidad, acaba de anunciar que la prioridad nacional es el empleo juvenil. El discurso de Jacques Chirac, en un contexto muy electoral, tiene escasa credibilidad pero apunta con nitidez al problema.

En España, la característica que explica la coexistencia de tan altas tasas de paro (juvenil) con una situación política de normalidad es el papel central de protección que ha desempeñado la familia hacia los que padecen el desempleo. La protección contra el paro está aquí privatizada por la familia. Es una privatización que se ha producido sin publicidad alguna.

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