Un asesino sin cara ni nombre
La identidad del soldado jordano que ayer mató a sangre fría a siete colegialas israelíes todavía no se conoce. El rey Hussein ha prometido agotar todos los recursos de sus vastos servicios policiales para esclarecer el caso. Mientras volaba de regreso a Ammán tras una visita privada a Madrid, su hermano Hassan, el príncipe heredero de la corona hachemí, lo único que podía ofrecer era una promesa: al autor de la matanza le caerá todo el peso de la justicia. En Jordanla hay pena de muerte.Pero el asesino hasta ahora no tiene cara ni nombre. La proverbial lentitud árabe para revelar detalles elementales entrega instrumentos a los teóricos del compló permanente, el gran deporte político del mundo árabe. ¿Fue un enajenado? ¿Tiene acaso discípulos confesos y orgullosos? ¿Sería por casualidad el soldado jordano hijo de los refugiados palestinos de la guerra de 1967, un descendiente de la traición árabe que se hacina en los campamentos sin mas esperanza que una acción violenta de reivindicación?
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