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Crítica:MÚSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El arte auténtico de Pollini

No es fácil componer un programa monográfico pero Pollini hizo el suyo, presentado por Scherzo, con singular talento: cuatro sonatas de Beethoven nacidas entre 1799 y 1801, todas ellas rupturistas con la tradición heredada y, también, tocadas por una fantasía, unos tonos frecuentemente líricos, un virtuosismo más interior que exhibicionista y una belleza incesante. La invención beethoveniana alcanza en estos cuatro ejemplos de su evolución media altísimos grados, honda intensidad y un continuo palpitar humanístico.Al margen de la tópica clasificación de Lenz, con sus periodos, etapas y maneras, el curso de la creación beethoveniana posee el fluir de un ancho río y un artista de la categoría y la singularidad de Pollini nos lleva de la mano por el más fascinante viaje emocional que darse pueda. Escuchamos las sonatas en la bemol, opus 26 -la de la marcha fánebre-, en re mayor opus 28 -Pastoral-, en mi bemol opus 27 -quasi una fantasía- y en do sostenido menor, número 2 de la misma opus, denominada "claro de luna", por obra y gracia del crítico Rellstab. Nos parecía seguir una sola y grandiosa obra estructurada en cuatro capítulos y, al final, teníamos muy claro que habíamos estado frente a la música y con la música en toda su veracidad, tal y como la entendían Juan Ramón Jiménez o Luis Cernuda, ambos traductores de escritos beethovenianos de Rolland.

Maurizio Pollini

Ciclo Grandes Intérpretes. M. Pollini, pianista. Cuatro sonatas de Beethoven. Auditorio Nacional. Madrid, 12 de marzo.

Suprema claridad

En el pensamiento y las realizaciones de Maurizio Pollini toda trampa está vedada. Su fidelidad al texto alcanza a desentrañarlo a través de unos conceptos estéticos y una técnica iluminantes y potentes. La razón radical de lo expresivo está en lo que es esencial: la creación del sonido; el poderío del virtuosismo, nunca avasallante, en la suprema claridad. Al servir de este modo la música, Maurizio Pollini ejerce plenamente la función creativa propia del intérprete, sin invadir los campos de la autoría ni perseguir, por exageración y abultamiento, la producción de emociones que en los pianistas "inspirados" suelen ser meras sensaciones.

Se entiende bien el entusiasmo del viejo Rubinstein cuando descubrió a Pollini en el concurso de Varsovia, 1960. Y se comprende la enorme dosis de clarificación del arte pretérito en un músico familiarizado desde el principio con el presente. Se trata de explicar la historia, como proponía Ortega, partiendo de lo más próximo a nosotros para acceder a lo más lejano. Fruto de esta visión totalizadora, trascendentemente culta, sensible y razonada, son las incomparables versiones de Maurizio Pollini. El entusiasmo del público fue desbordante.

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