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Arafat confía en salvar el proceso de paz con la reunión internacional que ha convocado en Gaza

Yasir Arafat tiene tan sólo 72 horas para organizar lo que se perfila, desde el punto de vista palestino, como el más crucial cónclave internacional desde la conferencia de Madrid de 1991 y en cuyo seno bien podría decidirse el futuro del incierto proceso de paz con Israel. El líder palestino ha expresado su esperanza de que la reunión que ha convocado para el sábado en Gaza y que contará con la participación de representantes de Estados Unidos, la Unión Europea y los países árabes- permita superar la crisis provocada por los planes israelíes para Jerusalén oriental y Cisjordania.

Los frenéticos preparativos para la reunión diplomática, a la que no han sido invitados los israelíes, coinciden con la clamorosa revelación de que el rey Hussein de Jordania está tan furioso e indignado con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que no es aconsejable descartar sorpresas. Al fin y al cabo, los israelíes y todo el mundo árabe ya hablan de la inminente "batalla de Jerusalén" mientras ambas partes en conflicto ya están afilando los cuchillos.Los canales de la frustración palestina tras la decisión israelí de construir 6.500 viviendas para judíos en Jerusalén oriental, el intento de cerrar cuatro oficinas palestinas en la disputada capital (intento, porque tras el anuncio de hace varios días, anoche las autoridades israelíes dieron marcha atrás) y la minúscula dimensión del próximo repliegue militar de CisJordania, permanecen de momento en el terreno político. Aparte del apuñalamiento de un centinela israelí en las afueras de una colonia judía cerca de Hebrón el pasado lunes, no se han registrado otros incidentes violentos. Con la mirada puesta en la reunión del sábado en Gaza, los palestinos están a la espera de un milagro que les libre de un nuevo choque violento y desigual con los tanques y helicópteros del Ejército israelí.

Algo que anoche permitía a los palestinos abrigar algunas esperanzas era el hecho de que Estados Unidos ha decidido participar en la reunión de Gaza y que la prioridad de Washington para la zona en estos momentos es evitar a una explosión capaz de hacer añicos el proceso de paz y devolver a la región a su histórico ciclo de violencia.

Washington comenzó ayer a presionar, con la usual discreción reservada a Israel, su principal aliado en la zona que vive protegido por el poder de veto norteamericano en las Naciones Unidas, para que Netanyahu deje sin efecto la construcción de las viviendas judías en la boscosa colina de Yabal Abu Ghneim, que los israelíes llaman Har Homa desde su captura a Jordania en la guerra de 1967.

Crisis ridícula

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Por eso, Martin Indyk, el embajador de EE UU, visitó al ministro israelí de Exteriores, David Levy, en funciones de: jefe del Gobierno ya que Netanyaliu está de visita oficial en Moscú. A juicio de Indyk, lo de la crisis, que palestinos e israelíes coinciden en describir como un hecho tangible y muy peligroso, es simple y llanamente "ridículo". O sea, desde el punto de vista de Washington, el llamado proceso de paz puede ser rescatado del colapso si uno y otro hacen gestos mutuos de conciliación.

Eso, por supuesto, está por verse. La retórica se está agitando. Netanyahu, cuya primera visita a Rusia ha quedado eclipsada por la condena internacional a su plan de pasar a la historia como el consolidador de la judaización absoluta de Jerusalén, declaró ayer que "está harto" de que le echen la culpa del tambaleo del proceso de paz. Arafat, por su parte, instruyó a su gente para que diera máxima publicidad al supuesto hecho de que en las últimas horas se ha negado a hablar por teléfono con Netanyahu. Un "gesto de dignidad".

Más elocuentes y espectaculares han sido, sin embargo, los gestos del rey Hussein de Jordania que, según el diario israelí Maariv, llegó a colgar el teléfono a Netanyahu. Eso y el texto de la carta que el Gobierno de Ammán distribuyó posteriormente a la prensa, van mucho mas allá del conocido grado de descomposición de las relaciones entre Israel y los jordanos, en teoría, los principales aliados árabes de Netanyahu.

Hussein advirtió a Netanyahu: "Sus acciones están destruyendo todo aquello en lo que yo creo y lo que he estado tratando de lograr". Esa es sólo una de las frases de la airada carta y en la que el rey no dejó de apuntar un gran e innecesario desaire israelí: la prohibición de que su avión personal transportara hace pocos días a Arafat desde la capital jordana, Ammán, hasta Gaza y que entrañaba además la amenaza de interceptar el vuelo e incluso derribar el aparato.

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