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DESAPARECE EL PADRE DE LA NUEVA CHINA

Clinton busca una relación estable con una China que será la otra superpotencia

Madeleine Albright, si sus anfitriones no tienen mayor problema, efectuará la próxima semana su primera visita a China como jefa de la diplomacia estadounidense. Albright ya declaró en enero que las relaciones entre Washington y Pekín "no deben ser rehenes de ningún asunto". Lo que entonces pensaba en relación a los contenciosos tradicionales entre las dos potencias, es, en opinión del Departamento de Estado, igualmente válido tras la muerte de Deng Xiaoping.

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Los analistas estadounidenses oscilaban ayer entre dos reacciones diferentes al fallecimiento del líder chino. Una era la expresada en un titular de. The New York Times: "EE UU prevé pocos cambios en sus relaciones con China"; otra la resumía así The Washington Post: "EE UU se enfrenta a un periodo de Incertidumbre en sus relaciones con Pekín". Las dos visiones son correctas y complementarias.La continuidad se basa en que Washington esperaba desde hacía tiempo la Muerte de un Deng. La decisión estratégica de intentar estrechar relaciones con el coloso asiático durante su segundo mandato presidencial ya había sido adoptada por Bill Clinton.La incertidumbre se deriva del desconocimiento de en qué medida las posibles luchas por la sucesión de Deng afectarán a los grandes obstáculos que Washington ve en sus tratos con Pekín: las violaciones de los derechos humanos en China, sus trabas a la libertad de comercio, sus reticencias a integrarse en el sistema de relaciones internacionales forjado por Occidente, la venta a terceros países de su tecnología nuclear, las amenazas a Taiwan y el oscuro futuro de las libertades de Hong Kong.

Tanto el interés por mejorar el diálogo con un país que Washington considera destinado a ser una inmensa potencia política, militar y económica en el siglo XXI, como la conciencia de los problemas existentes fueron expresados por Clinton en una de las frases con las que, el miércoles, comentó la muerte de Deng: "La continuidad de la emergencia de China como un gran poder con estabilidad política y apertura económica, que respete los derechos humanos y el imperio de ley y que se convierta en un socio en la construcción de un orden internacional seguro, es del más profundo interés para Estados, Unidos".Ahora, los pesimistas en Washington temen que la muerte de Deng, que siempre evitó romper del todo los lazos con EEUU, acelere el renacimiento del nacionalismo que caracteriza a China en los últimos años. En ese caso, China adoptaría la que en la Casa Blanca, y el Departamento de Estado se denomina "una visión decimonónica de las relaciones internacionales", según la cual las grandes potencias son, ante todo, rivales. Por su parte, los optimistas esperan que los sucesores de Deng caminen por el estrecho sendero de moderación y apertura que éste marcó.

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