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DESAPARECE EL PADRE DE LA NUEVA CHINA

Un tecnócrata universitario en la cúpula del poder

Jiang Zemin representa un nuevo modelo de líder con menos autoridad y menos carisma

Nicholas D. Kristof

El hombre destinado hoy por hoy a seguir los pasos de Mao Zedong y Deng Xiaoping y dirigir China en los próximos años es Jiang Zemin. Intelectual de carácter suave a quien le gusta citar al presidente norteamericano Abraham, Lincoln, será el primer líder en la historia de su país con un título universitario.Jiang, un hombre de complexión fuerte, de 70 años, que une los cargos de presidente, secretario general del partido comunista y presidente de la Comisión Central del Ejército, fue elegido por Deng en 1989 para ser el dirigente supremo del país.Nacido en la ciudad de Yangzhou, en la parte central de China, Jiang se afilió al partido comunista en 1946, pero participó poco en la vida del partido antes de la revolución comunista de 1949. Después de estudiar ingeniería técnica en la Universidad en Shanghai, trabajó como gerente en una serie de fábricas en la antigua URSS, donde también estudió ingeniería.

La fuerza aparente de Jiang, al menos por ahora, es que representa la transición a un nuevo tipo de líder: un tecnócrata urbano y de alta formación académica, en vez de líderes de procedencia agraria poco educados como Mao y Deng. De hecho, Jiang fue elegido, en parte, porque a Mao y a Deng les impresionaron mucho sus dotes intelectuales y su capacidad de hablar idiomas, entre ellos inglés, ruso y rumano.

Aunque los dirigentes chinos dicen que Jiang ya tiene asegurado su papel de hombre fuerte de China, en Pekín se ha especulado sobre el riesgo de una lucha por el poder. Jiang ha suscitado algo de resentimiento entre los otros dirigentes por su tendencia de amontonar cargos que, según sus críticos, superan sus talentos.

La perseverancia con la que Jiang ha cultivado a los líderes del Ejército demuestra su astucia política, pero también revela una de sus debilidades y su, aparente preocupación por un golpe de Estado promovido por las Fuerzas Armadas.

Es difícil juzgar cómo se va a perfilar el camino futuro de Jiang, que pasa por ser un veleta y a quien se ha criticado por su tendencia a cambiar de posición dependiendo de los vientos políticos. Se le ha asociado más con la cautela que con el liderazgo. También tiene limitaciones porque es el primer líder chino del partido comunista sin experiencia militar, lo cual quiere decir que goza de menos respeto que Deng entre los viejos oficiales.

En algunos casos, en otros países asiáticos, la transición desde un líder carismático a uno con mucho menos legitimidad y apoyo militar ha llevado consigo riesgos de golpe de Estado. Ésa es una posibilidad que Jiang ha considerado. Se comenta en Pekín que ya pidió un estudio sobre los golpes de Estado militares en otros países para utilizarlo como referencia. En ocasiones recientes, cuando hablaba con la Policía Popular Armada, lo hacía desde detrás de una placa antibalas.

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Sin embargo, Jiang ha cortejado y promocionado una serie de líderes castrenses, y según se afirma en círculos diplomáticos, ha hecho mejor que nadie la labor de ganar amigos entre los generales. A lo largo de toda su carrera se ha subestimado la capacidad de Jiang para imponer su autoridad. Lo cierto, sin embargo, es que se ha mostrado con el tiempo como un político mejor y una figura más tenaz de lo que la mayoría de los críticos hubieran esperado.

Su escaso carisma' en relación con los líderes actuales puede incluso actuar a su favor en los nuevos tiempos que corren en China. Hoy día, el partido comunista -que ya no tiene mucho que ver con el comunismo- dirige el proceso político, pero no la vida diaria de los chinos. Jiang surge como el líder gris de un partido disminuido, y ésta es una situación que muchos chinos ven con buenos ojos.

Mientras que Mao y Deng eran los dos visionarios osados, Jiang ha actuado de forma mucho menos brillante. Favorece la liberalización económica, pero a un ritmo moderado, y parece pensar que el Gobierno debería jugar un papel importante en el control de la economía.

A Jiang no le parece molestar tanto los desafíos ideológicos de la libertad de empresa en un país socialista como los problemas políticos prácticos. Parece tímido ante la idea de privatizar. las empresas públicas, no porque sería incompatible con el régimen del partido comunista, sino porque le preocupa que los despedidos se echen a la calle para protestar.

En el mundo político, Jiang es también un autoritario moderado en comparación con sus antecesores. Se ha reunido con disidentes, y por encontrarse en Shanghai en aquel momento no tuvo relación directa con la decisión demandar tropas para aplastar la rebelión estudiantil de Tiananmen. Pero sí se le reconoce mano firme. Cerró el periódico más aperturista de Shanghai en 1989, antes de. Tiananmen, y apoyó las ejecuciones tras la rebelión estudiantil. En los últimos años ha dirigido también un estrechamiento de los controles' políticos, con la detención o exilio de casi todos los disidentes.

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