Las mafias albanesas aprovechan la protesta popular para intensificar el contrabando
De día, los manifestantes recorren las cales de Valona, al sur de Tirana, exhibiendo su rabia. Ya no salen los policías a su paso. Éstos se concentran en reprimir las protestas en la capital. Los ciudadanos culpan al Gobierno de Sali Berisha de la quiebra de la sociedad financiera especulativa Vefa, que ha arruinado a miles de albaneses, a todos aquellos que se las prometían felices con la fachada del capitalismo. De noche, otros transforman el puerto de Valona en una industria mafiosa: transportan droga e inmigrantes clandestinos al por mayor hasta las costas de Italia.
Las manifestaciones tienden a remitir. Es un hecho. Ayer, tan sólo 3.000 personas recorrieron el centro de Valona gritando eslóganes contra el régimen de Sali Berisha. Rafat Nenaj, un conocido abogado que pasó 15 años en las cárceles comunistas, está en cabeza. "El Gobierno es cómplice de la quiebra de las sociedades financieras especulativas", dice con cara de pocos amigos. Él y su familia son algunas de las víctimas de la rapiña. Inviertieron todos sus ahorros (algunos llegaron a vender sus propiedades) porque prometían ganancias de un 100%. Ahora ya no les queda nada. Ni ganancias ni dinero.Mientras que la presión de la calle cede poco a poco en Valona, el negocio que sostiene a la ciudad vuelve a desperezarse con renovado entusiasmo. Son tiempos en los que la ley no existe. Cada noche, docenas de lanchas motoras equipadas con motores de hasta 250 caballos se hacen al Adriático cargadas de droga y de emigrantes ilegales. Su destino es Italia, la puerta del la Unión Europea. Sus costas están a tan sólo 70 kilómetros de aguas por lo general tranquilas.
Los habitantes de Valona admiten que hay cerca de 60 lanchas operativas. Cada una puede cargar con 15 emigrantes ¡legales. El viaje dura cuatro horas. En un viaje, todas esas lanchas pueden introducir 900 trabajadores en la vecina Italia. Algunas cruzan dos o tres veces en una noche. Las lanchas llevan además un patrón y una guardia pretoriana. Son los protectores de la carga.
La competencia ahora, entre las distintas organizaciones mafiosas albanesas, es muy dura. Durante las manifestaciones de las últimas semanas, las bandas aprovecharon el desorden para recuperar 135 lanchas motoras incautadas por la policía. En el vecino puerto de Radhime, un camión se llevó sin oposición una lancha averiada. Ahora la estarán reparando en algún garaje clandestino del centro de Valona.
El soborno al vigilante
En las semanas previas al estallido de la cólera popular por la quiebra de Vefa, la policía logró hundir 25 de estas lanchas. Muchas de éstas han sido recuperadas y desmotandas, a veces por la propia policía, con la esperanza de, salvar algunas piezas que pudieran tener después salida en el mércado negro. Pero los narcotraficantes no permiten el negocio con sus antiguas propiedades. Han decidido, recuperar todas esas piezas y fabricar nuevas lanchas.Selim, de 40 años, observa el trasiego. No desea intervenir porque teme por su vida. "No puedo hablar, tengo miedo. Lo único que le puedo decir es que esta situación es muy negativa para nosotros". Un taxista explica después que Selim está pagado por la policía para que vigile los restos de las lanchas. Pero los mafiosos le sobornan con generosidad para que no preste demasiada atención. Selim obedece y se pierde durante la noche, mientras los mafiosos trabajan, y regresa a su puesto de vigilante al amanecer.
Hay testigos que aseguran que los emigrantes albaneses pagan 500 dólares (unas 70.000 pesetas) por un billete de ida a Italia en una de esas lanchas.Los kurdos o los asiáticos que hacen cola tras una largo camino desde sus países deben pagar algo más. Su tarifa es de800 dólares. La policía no es inocente en este negocio. Cobra por traer esos emigrantes extranjeros hasta el puerto de Valona. Son los que más gustan, pues son los que más pagan.
Benisk, traficante de emigrantes, está contento con su trabajo. Dice que es mejor que transportar droga. La razón: sólo tienes que acercarles a la costa y que desaparezcan en los bosques. El riesgo es mínimo.
Por la noche, en Valona no hay demasiada gente. Se oculta en sus casas. Dos mujeres vestidas con atrevimiento se dirigen al puerto. Agi, un taxista local, explica su presencia: "Son sólo un par de prostitutas que se van a Italia uñas horas para hacer un poco de dinero".
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