_
_
_
_
_
Tribuna:TOXICOMANÍAS
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una apuesta por los tratamientos libres de drogas

La droga ha sido ideologizada y mitificada bajo estereotipos con distinta carga emocional, despreciada /admirada, reivindicada / condenada, defendida o atacada. Las sustancias psicoactivas aparecidas en el siglo XIX, morfina, heroína, cocaína, han estado vinculadas a un diagnóstico de fragilidad de las modernas sociedades consumistas.La Organización Mundial de la Salud (OMS) define drogodependencia como el "síndrome" caracterizado por "un esquema de comportamiento" en el cual, se concede prioridad al uso de una "sustancia psicoactiva", e infiere la aparición de cambios de comportamiento a partir del uso de la sustancia y el establecimiento procesal de la drogodependencia.

Resulta insuficiente para explicar el "esquema de comportamiento" partir exclusivamente de las consecuencias derivadas del consumo de tóxicos (lo cual no es poco), no representa una posición científica, ignora las nociones de conflicto psíquico y estructura de la personalidad del dependiente, la etiopatogenia, la investigación o las estrategias terapéuticas. En esta concepción de la drogodependencia, el acento recae sobre el objeto droga, no en el sujeto que se droga, perdiendo así la palabra su sentido de intercambio y privilegiando el de la consigna: sustituye la pregunta sobre por qué necesita drogarse por la de cómo debe hacer para no drogarse, los imperativos (debería) responden a ideales, no a realidades particulares. Son fórmulas moralizantes en las que el propio toxicómano tratará de situar al profesional para que el otro le "castigue" o le "perdone". Existe una estructura relacional en la conducta dependiente del toxicómano y una, dinámica patológica que es la misma cuando falta el tóxico que en casos como la anorexia mental, la bulimia, la adicción al juego o las conductas adictivo-eróticas. Se instaura un ciclo que se inicia con la necesidad compulsiva del objeto, un instante de placer, un sentimiento de culpa, un distanciamiento del objeto, un retorno de Ia fantasía de controlar el objeto, un engaño a sí mismo y a los demás, una pérdida de interés por sus diferentes esferas afectiva, familiar, laboral, social, y una retracción hacia la exclusiva consecución del objeto de goce. La gravedad de estas patologías es la misma que la de la toxicomanía, pero se diferencian de ella en la ausencia de todas las repercusiones de tipo biológico producidas por la droga. Lo que está en falta no es del orden de lo real, no hay un soporte bioquímico ajeno al sujeto, pero hay una intensa repetición y fuerte dependencia psíquica. Muestran un común denominador: el síntoma se sitúa en la dependencia a la droga, inmediatez de la necesidad, voracidad de acceso al placer inscrito en el registro de la transgresión y la culpa. Es una elección deseada por el sujeto (síntoma) y plasmada como enfermedad, a causa de una carencia arcaica en el psiquismo; esto le marcará un retorno siempre insatisfecho a la droga.

Se trata de un conflicto interno, instaurándose el síntoma en la fantasía de opción o control del objeto. La necesaria puesta en duda del síntoma no la puede sostener el sujeto, pues calma su angustia momentáneamente con la ingesta a voluntad del tóxico. La suspensión de la ingesta le permitirá, mediante el trabajo terapéutico, la posibilidad de que pueda iniciar un análisis de su problemática. La dependencia tóxica limita su libertad. Más allá de la necesidad bioquímica del producto se pone en juego una búsqueda activa y mortífera del placer.

El concepto droga deviene, una palabra ambigua que evoca resonancias relativas a un discurso de orden moral; el bien y el mal, lo prohibido y el goce, la evasión y la integración, el pecado y la liberación. En su trasfondo está la ley, su acatamiento y su transgresión. Las etiquetas droga o yonqui remiten a las posturas ideológicas de quienes. las enuncian, portavoces de prejuicios morales o éticos, y a las actitudes de los grupos de poder.

En la actualidad nos encontramos con un creciente auge de respuestas farmacológicas frente al sufrimiento mental del sujeto y una dificultad para dispensar tratamientos psicoterapéuticos desde la sanidad pública. La toxicomanía es una enfermedad biopsicosocial, y no es posible primar una sola de las variables.

La sanidad pública en Cataluña trata actualmente a siete de cada diez adictos a la heroína con programas de metadona. Los narcóticos producen tolerancia. Significa que el organismo necesita aumentar la dosis de consumo, a la vez que aumenta la dependencia física, a nivel bioquímico y a nivel psíquico, desarrollándose con gran rapidez (heroína, metadona, morfina, etcétera). Los programas basados en terapéuticas sustitutivas de deshabituación consisten en la administración de metadona, un opiáceo habitualmente prescrito por periodos no inferiores a los dos años. Tienen ciertas ventajas terapéuticas. Su administración oral pasa por el filtro hepático, que regula su paso al torrente sanguíneo impidiendo que las concentraciones sanguíneas se eleven de forma importante y se produzca la narcosis. Son relativamente bien tolerados por el organismo, de fácil administración y bajo coste. Creemos necesario abrir serios interrogantes sobre tales programas: ¿qué es lo que tales programas mantienen?, ¿la salud del toxicómano? o ¿la toxicomanía del sujeto? Algunas posiciones se centran en acusar al toxicómano de graves males sociales al asociar droga y delincuencia. Otras adoptan actitudes proteccionistas tratando de justificar al toxicómano como víctima sufriente. En el orden imaginario, la toxicomanía deviene una fantasía distinta según el rol que el sujeto encarne: madre, médico, policía, juez, yonqui. Desde una posición profesional no se pueden proyectar tales prejuicios sociales sobre el paciente, son un reduccionismo que obstaculizan el conocimiento técnico y teórico del problema de fondo y las formas eficaces de acometerlo.

Nuestra experiencia profesional de la última década nos presenta un perfil de consumidor politoxicómano marcado por un ritmo compulsivo que no puede frenar su consumo sólo con su voluntad, qué ha tratado de compensar sentimientos de dolor al fracasar su relación con los mecanismos del placer y en el que han aparecido las. tendencias autodestructivas. Soportar lo cotidiano mediante la droga se convierte en un fin en sí, bajo la constante repetición fallida del intento de resolver y equilibrar cargas emocionales reprimidas. Tampoco es posible sustraemos a la elevada prevalencia de trastornos psiquiátricos concomitantes en los toxicómanos: depresión, psicosis, patologías suicidas, ansiedad, anorexia, bulimia, entendidos como trastornos de estado o como estructura de personalidad. Al tratar al sujeto a través del objeto (metadona) va a permanecer invariable su estructura y, por las razones ya aducidas sabemos que retornará a consumir drogas.

La comunidad terapéutica de tipo clínico asistencial es un recurso cuya función. esencial está en la contención de las pulsiones destructivas del individuo. Integra al usuario como un sujeto de derechos que va a. solicitar la ayuda profesional frente a un problema que se le ha escapado de las manos. Necesita dejar de drogarse, se le ofrece un programa libre de drogas mediante el cual pueda comprender por qué se droga, a través de un amplio proceso psicoterapéutico de esclarecimiento y modificación de sus conflictos y motivaciones conscientes e inconscientes que determinan su conducta. Le aporta un apoyo socioeducativo adecuado al perfil de sus carencias y necesidades sociolaborales para facilitar su inserción social. Y un tratamiento médico de sus patologías asociadas: odontológico, metabólico, serológico, hepático, etcétera.

Es absurdo situarse en el trasnochado paradigma de la reprimenda o la simplista información de los prejuicios del consumo de drogas, no lo suscribimos. La articulación de nuestro quehacer clínico reside en la, implicación del afectado, en la toma de consciencia de su problemática como punto. de partida y en el tratamiento de sus distintas dimensiones, psicológica, socio-educativa, laboral, judicial y/o médica.

Se trata de permitir una dialéctica mediante la cual el sujeto pueda saber acerca de su otro psíquico desconocido para sí mismo y las causas de su adicción.

Carles Rodríguez y Enric Bernad son psicoterapeutas del Centro de Investigación y Tratamiento de Adicciones.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_