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Conmutada la pena de muerte a 'Prince'

Miles de norteamericanos consiguen evitar la condena de un perro a recibir una inyección letal

, Final feliz: Prince no será ejecutado. Sensibles a las presiones locales, nacionales e internacionales, las autoridades municipales de Portsmouth han terminado optando por la piedad: la condena a muerte de Prince será sustituida por la de destierro. No ha sido, pues, necesaria la intervención de la gobernadora del Estado de New Hampshire, que se había declarado dispuesta a emplear en este caso su potestad constitucional para suspender las ejecuciones. Un suspiro de alivio recorría ayer las televisiones norteamericanas, que otorgaban a la noticia la consideración de gran acontecimiento.Todo empezó el pasado mayo, cuando Prince, un perro labrador de tres años y medio, se escapó del patio de su casa, se introdujo en el gallinero de un vecino y mató a un gallo. El animal fue declarado "peligroso" por la policía de Portsmouth, una localidad de 26.000 habitantes del Estado septentrional de New Hampshire, y condenado en primera instancia a que sus dueños lo mantuvieran encadenado. Pero Prince agravó su caso escapándose dos veces consecutivas para realizar correrías, esta vez inofensivas, por los alrededores. En aplicación de las estrictas ordenanzas de la localidad, un consejo policial sentenció el pasado agosto que Prince debía ser sacrificado por el veterinario municipal.

El domingo 2 de febrero, cuando The New York Times publicó la historia de Prince en la primera página de su sección de nacional, el periodista John Kifner recordó que el Estado de New Hampshire "también contempla la pena de muerte para los seres humanos, lo que nunca ha causado tanta controversia". Y es que, movilizada por Margaret Kristiansen, propietaria de un bar en la localidad y dueña de Prince, una poderosa corriente de opinión contraria a la ejecución del animal se había levantado desde Portsmouth hasta alcanzar las cuatro esquinas de Estados Unidos. Salvo honrosas excepciones, el destino de los tres presos ejecutados de una sola tacada el pasado enero en una prisión de Arkansas no levantó semejante polvareda. Margaret Kristiansen, de 27 años de edad, argumentaba que el sacrificio de Prince, que nunca había amenazado, y ni mucho menos herido, a seres humanos destrozaría el corazón de su hijo Jeffrey, de cinco años. Decenas, cientos, miles de personas respondieron que también destrozaría los suyos. La pasión llegó a tal extremo que Stephen Askin, el veterinario de Portsmouth destinado a ejecutar la sentencia con una inyección letal, denunció que estaba recibiendo constantes amenazas de muerte.

El veterinario aprovechó la ocasión para explicar que él también estaba en contra de la aplicación de la pena capital para Prince y que había informado al Ayuntamiento de que invocaría objeción de conciencia. Aireado por los medios de comunicación norteamericanos y difundido a través de Internet, el caso Prince alcanzó dimensión internacional. Hace una semana, agobiado por las preguntas de reporteros llegados de Italia, el Reino Unido, Canadá y otros países, Robert Sullivan, el fiscal de Portsmouth, les espetó: "¿Cómo es posible que ninguno de ustedes, que nadie se preocupe por lo que le pasó al gallo?".

Pero Arthur Pearl, de 77 años, el dueño del gallo, también se sumó a la campaña a favor del perdón. "Matar a Prince", declaró, "no me va a devolver el gallo". Jeanne Shaheen, la gobernadora de New Hampshire, anunció que contemplaría favorablemente una petición de indulto para Prince si las autoridades de Portsmouth seguían empeñadas en ejecutarle. En la tarde del pasado martes, el Ayuntamiento de Portsmouth conmutó la condena a muerte por el destierro y liberó a Prince, que desde su detención, el pasado agosto, había vivido enjaulado en el hospital para animales de la ciudad, bajo los atentos cuidados del veterinario Askin. Prince está de nuevo con Margaret y Jeffrey Kristiansen, pero, según la resolución municipal, éstos deberán encontrar pronto un hogar fuera de Portsmouth que quiera adoptar el animal. Aunque los Kristiansen ya han recibido cientos de cartas, telegramas y llamadas de personas dispuestas a acoger al labrador, ayer reiteraron que van a seguir luchando para conservar al chucho.

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