La crisis económica alienta las aspiraciones para suceder a Kohl
El panorama se complica para Helmut Kohl: las cifras de desempleo más negras desde los días de Adolfo Hitler; continuos agujeros en el presupuesto; incapacidad del Gobierno federal para sacar adelante una reforma fiscal y de la seguridad social; jóvenes turcos que ponen en tela de juicio su liderazgo en el propio partido, la democracia cristiana (CDU); especulaciones sobre su estado de salud, e incluso políticos que reclaman la herencia.
El canciller federal, Helmut Kohl (CDU), de 66 años, cae en picado en los sondeos de opinión. Los medios de comunicación no escatiman titulares como El crepúsculo del canciller o El otoño del patriarca. La primera cadena de televisión pública alemana (ARD) dedicó su programa dominical de debate entre periodistas a la cuestión ¿Se tambalea el canciller?El partido socialdemócrata (SPD) cometería un error si vendiese la piel antes de cazar el oso. Sin duda, Kohl representa todavía demasiados kilos, reales y metafóricos, para los novilleros de la oposición. Por lo menos en dos ocasiones, en sus más de 14 años en el poder, Kohl estaba casi en la lona demoscópica. Al canciller, como a esos boxeadores acorralados, un golpe de suerte o sus recursos de viejo político le permitieron una vez más noquear al adversario. En 1989, Kohl contó con la suerte de los campeones: la inesperada caída del muro y la reunificación alemana le recuperaron. A principios de 1994 las encuestas le daban por muerto, cuando una recuperación de la economía, unida a los errores de Rudolf Scharping (SPD), le permitieron una nueva victoria en las elecciones.
A pesar de estos precedentes, la crisis actual alemana resulta mucho más difícil de manejar y amenaza con arrastrar consigo a Kohl, el mismo canciller que no hace mucho tiempo celebraba, eso sí, sin aspavientos ni triunfalismos, haber batido la marca de permanencia en el poder en la República de Bonn. Todo indica que Kohl y su Gobierno se encuentran en un callejón sin salida provocado por la inexorable fuerza de lo fáctico.
Ante el peso de las cifras de la economía, con repercusión en los bolsillos de los ciudadanos, a Kohl ya no le quedan más conejos en la chistera. Las cifras de parados, casi 4,7 millones, equivalen a menos ingresos fiscales y un aumento del gasto en prestaciones sociales por desempleo. Esto quiere decir un incremento del déficit fiscal, que ya se mueve por el filo de la navaja del 2,9%, una décima por debajo del límite del 3% fijado por el Tratado de Maastricht para entrar en la Unión Monetaria Europea. Alemania podría no clasificarse para el euro.
En círculos más o menos privados Kohl ya dijo que en ese caso sacaría las consecuencias y se marcharía a casa. Sólo una milagrosa recuperación económica podría sacar a Kohl de las cuerdas.
En las filas democristianas (CDU) Kohl tiene que soportar que su más fiel escudero, el decano del Gabinete, juntos desde el primer día, el ministro federal de Trabajo, Norbert Blüm, declare que ya no puede fiarse de las garantías que le ofrece su canciller. Los jóvenes jefes de la oposición en los Estados federados donde no gobierna la CDU sienten peligrar sus posibilidades por culpa de la parálisis política y la falta de soluciones que se ofrecen desde Bonn.
En la CDU se discute ya de forma más o menos abierta si en las próximas elecciones será más conveniente acudir con Kohl al frente o sin él. La carrera por la sucesión de Kohl parece abierta, alimentada por la incertidumbre y el misterio con que el interesado rodea todo lo relativo a su posible candidatura en las elecciones de 1998.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.