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La abuela va a rehabilitación

Los 28 centros de día para mayores ofrecen una atención poco conocida a los ancianos que precisan asistencia

, Hace un año Teresa ignoraba lo que es un centro de día para mayores. Le sonaba a uno de esos hogares en los que los jubilados juegan a las cartas y organizan actividades. Ahora el centro de día municipal de Chamberí es su segunda casa. A él acude de lunes a viernes, de diez de la mañana a seis de la tarde, para recibir la atención rehabilitadora y ocupacional que le ayuda a luchar contra un Alzheimer incipiente."Todavía bendigo el día en que la asistenta social le recomendó a mi sobrina que viniera aquí, ahora tengo menos olvidos y me siento menos sola", explica esta viuda de 73 años con un único hijo con el que no se habla. Cada mañana una furgoneta la recoge en su domicilio y la devuelve a media tarde. Tiene solicitada una plaza en una residencia, pero, más que nada, para contar con ella "cuando sea mayor".

Plazas vacantes

El desconocimiento de esta antigua maestra sobre los centros de día para mayores con problemas para valerse por si mismos no es único. Entre los jubilados madrileños y sus familias éste es un servicio muy poco conocido. De hecho, según aseguran los responsables municipales y regionales de los programas para mayores, en estos centros ocurre algo impensable en otros recursos para la tercera edad: a menudo hay plazas vacantes y las listas de espera son casi desconocidas. Con el nuevo año, la oferta municipal se ha ampliado en 90 plazas, que todavía no están cubiertas, algo inverosímil si se tratase de una residencia. La Comunidad también estrenó en diciembre 80 nuevas plazas, que aún no están completas, en los centros de día de los nuevos geriátricos de Móstoles y Villaverde.

Ernesto Cabello, responsable de los programas de mayores en el Ayuntamiento, asegura que el desconocimiento y la baja demanda puede deberse a la novedad de este recurso. "Todos los que trabajamos en esto creemos que es un tipo de servicio que hay que potenciar, pero la verdad es que ahora hay que convencerle a la gente para que lo utilice", asegura.

"Cada vez que abrimos uno nuevo nos cuesta llenarlo, y se puede decir que no hay listas de espera, cuando, por ejemplo, la demanda de plazas para residencias o para la asistencia domiciliaria siempre supera a la oferta", añade.

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Cabello descarta cualquier razón económica para este bajo uso. Por ejemplo, en un matrimonio que entre los dos ingresen al mes 100.000 pesetas, si uno de ellos ingresa en el centro de día pagará el 20% de 50.000 pesetas (es decir, del total de ganancias divididas entre los dos miembros de la unidad familiar) si no utiliza transporte. Si hay que ir a buscarle en furgoneta abonará el 25%.

Cuando los ingresos superan las 75.000 pesetas mensuales se paga del 30% al 35%, según se use o no el transporte. La tarifa incluye rehabilitación, atención médica, terapia ocupacional y comedor.

El 65%, municipales

En la región existen 28 centros de día públicos con 730 plazas. El Ayuntamiento de Madrid regenta el 65% de las plazas en 14 centros propios y 4 concertados. De la Comunidad dependen 10 centros, uno concertado.

Santiago Morán, responsable de los programas de mayores en la Comunidad, coincide con la valoración municipal. Según explica, las nuevas 80 plazas de centro de día abiertas en las nuevas residencias de Móstoles y Villaverde también se van llenando con lentitud.

"Estamos pensando ofrecer estos centros a las personas pendientes de plaza en nuestras residencias (hay 10.000 ancianos en lista de espera, la mitad inválidos); no es lo mismo, pero, al menos, facilitan una atención diurna a quienes no pueden valerse", concluye. Las mañanas comienzan en la sala de rehabilitación. Unos ascienden y descienden por una rampa para ejercitar las piernas. Otros suben y bajan los brazos con ayuda de poleas o practican movimientos giratorios con ayuda de una especie de timón de barcos. Algunos reciben masajes terapeúticos. Por la tarde, después de comer, realizan alguna terapia ocupacional. Los más airosos se atreven con pequeñas piezas de artesanía. Aquellos que han perdido movilidad manipulan cremalleras, ojales y grifos. Así ensayan esas pequeñas acciones cotidianas que a veces les cuestan tanto esfuerzo.

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