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Tribuna:COMER, BEBER, VIVIR: FELICIANO FIDALGO
Tribuna
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"La Moncloa, cielo, tierra, hombre, turismo, J. l."

El misterio que cae del cielo es el sol español; la magia inescrutable de la tierra regala el vino español, y el hombre de este país amasa lo que cae y lo que le regalan con sus seme jantes extranjeros. Y el resultado es el turismo, es decir, sol, más saber comer y saber beber más las manos trabajadoras igual a España, segundo país del mundo en ingresos turísticos, después de Estados Unidos: según los resultados apenas conocidos, en 1996 España ingresó 3,6 billones de pesetas, lo que supone más del 10% de la riqueza nacional, lo que ha servido también para cubrir el 144% del déficit comercial, lo que de igual modo ha absorbido cerca del 10% de la de manda de empleo en este país y lo que, ni más ni menos, se clasifica como la primera fuerza exportadora del suelo patrio.Naturalmente, comer, beber, mandar los niños a la escuela, viajar, conocer, ser dueño de un coche o de una casa en el campo, crear empresas nuevas... Todo lo dicho y lo que se infiere o lo que a partir de ese multipresupuesto se imagina, proveniente del maléfico dinero, no es cultura. Los enormes sabios oficiales, privados o pagados por los ministerios, no consideran al sol como una cultura, ni al vino, ni al hombre que negocia estos dos valores considerados intrascendentes por los cultos de toda la vida. Nunca el sol fue Premio Cervantes, ni Premio Príncipe de Asturias, ni nada que se le asemeje. Y mucho menos el saber beber vino o saber comer, labores despreciadas por la cultura como propias de impotentes o similares.

Jamás el chef del restaurante Arzak (teléfono 943 / 27 84 65) fue mencionado para otorgarle el pasaporte que le dé entrada en la Real Academia Española; ni el chef del Akelarre (943 / 2120 52), ni el alma de Chomin (943 / 2107 06), devoto creador más importante e historiado de España (más de 120.000 botellas de los vinos del mundo): los tres restaurantes citados se afincan en San Sebastián. Y mucho menos la cultura se ha vestido de fiesta para loar a Custodio Zamarra, el sumiller sabio y literato supremo del vino, y jamás admitirán que en El Bulli, en la cala Montjoi (a seis kilómetros de Rosas, Girona, teléfono 972 / 15 04 57), anida un arcángel de la creación, de nombre Ferrán Adriá, inspirador de la gastronomía del mundo actual e inspirado por la historia escrita y no escrita y por la maraña inconmensurable de todas las posibilidades de la imaginación del futuro. ¿Y cómo reconocer la cultura, por parte de la cultura reinante, en la fabada asturiana y los vinos excelsos, en Madrid, de Casa Hortensia (539 00 90), o en el cocido, también en Madrid, desgrasado y que sabe a la gloria del cocido de siempre, en La Daniela (435 28 67)?

La cultura de los privilegiados es inamovible, siempre enfoscada en la definición que de ella exhiben los que escriben, o pintan, o mueren en inanición cultural. Los cultos continúan erre que erre en la corrección y el aseo intelectual, como la sociedad anónima y cobarde: derecha, derechona, derecha civilizada, socialdemocracia, izquierda, comunismo. No hay más. Es decir, la creación murió. Y así pasa lo que pasa, de repente, sin que hubiese podido imaginarse: nos referimos al esperpento gubemamental-digital de la semana última.

Nota relativamente al margen: en Madrid y Barcelona, la mayoría de los taxis son viejos, sucios, malolientes, incultos, porque no se consideran en el índice de la cultura. Lo único que se puede esperar ya es que se privatice La Moncloa y se nacionalice a Julio Iglesias, que hasta cantó hace días para el extranjero Clinton en la toma de posesión de su segundo mandato.

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