Totalitarios
El llamado crimen del rol no es sino una variante -otra herramienta, otro escenario- de la vieja historia de la eliminación del otro por otro y por distinto, por peor y por despreciable; es decir, la vieja idea que mandó a judíos, gitanos, homosexuales y lisiados a los campos de exterminio y que, empolvada con distintos aderezos, según la época, aparece y desaparece a nuestro alrededor. Almidonada con trasnochado izquierdismo de bla, bla, bla, sirve a los nazis de las tres siglas para secuestrar y disparar a la nuca en nuestra tierra.Del mismo modo, las acciones de este Gobierno suyo, que no nuestro, tienden a alimentar su idea central, su catecismo y su cruzada: el pensamiento único, la ideología única, la fe única, el enriquecimiento único. Pensamiento -por llamarlo algo- intolerante y excluyente, vengativo y rencoroso, que asoma en las declaraciones del vicepresidente de la Conferencia Episcopal -que no pertenece al Gobierno, pero, obviamente, se siente arropado por el partido que gobierna- despreciando el laicismo de la época anterior y su reflejo en los medios de comunicación, igualando laicismo a pérdida de moral. Pensamiento presente en esa carta que el Ministerio del Interior ha tenido que retirar -pero esperen al segundo mandato, si llegan y lo hacen por mayoría absoluta-, que nos remite a un Estado policial al que ninguno queremos volver, un Estado en el que el control y la denuncia y la sospecha y la revancha presidirían nuestras vidas. Pensamiento presente en esa intención de controlar las listas de clientes de lo digital -vaya usted a saber con qué intenciones- y en los impuestos que tratarán de hacernos pagar. Todo se encamina hacia el mismo fin: lo nuestro es lo bueno, lo nuestro perdió el poder, lo nuestro ha vuelto. Jodeos.
Mira cómo tiemblo, chiquitín.
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